El estado español, una sociedad ilimitada

Es un dato constatado históricamente que en nuestra etapa democrática, algunos de los gobiernos socialistas se han caracterizado por el incremento de las cifras de desempleo; el de Felipe González vio cómo 1,4 millones de personas se quedaban sin empleo y el de José Luis Rodríguez Zapatero incrementó las colas del paro con 2,9 millones de desempleados durante su mandato.

Con semejantes antecedentes, no es de extrañar, que Pedro Sánchez, una vez lograda su investidura con los apoyos directos y las abstenciones interesadas del más diverso “pelaje”, se propusiera como prioridad de su mandato la creación de “empleos”.

Pronto se ha visto que iba por el buen camino; si Unidas Podemos exigía una vicepresidencia y cuatro ministerios, no había ningún problema, nadie se iba a rasgar las vestiduras; algunos malpensados consideran que un gobierno “progresista” es aquel en el que los ganadores progresan y se reparten cargos como quien distribuye las cartas de la baraja.

¿Se puede pasar de los 17 ministros del primer gobierno de Sánchez, que ya había superado los 13 de Rajoy, a las 22 carteras ministeriales, incluyendo tres vicepresidencias?, ¡sí, se puede!.

Hubo incluso que dividir algunos de los originales Ministerios para que hubiera para todos; tales como el de Ciencia e Innovación separado de Universidades y Trabajo y Seguridad Social, convertido por necesidades de reparto en dos ministerios; crear nuevos hubiera sido fácil, Ministerio de Esparcimiento Ciudadano, Ministerio de Elucubraciones, Ministerio de Fomento de las Relaciones Animales, Ministerio de Inquietudes Humanas…

Había campo abierto para hacerlo y seguro que de haber solicitado sugerencias no habrían faltado las propuestas más ingeniosas, pero los ciudadanos de a pie no habrían entendido semejante “despendole” ministerial.

Resulta especialmente sorprendente que tras haber dividido dos ministerios para “hacer” cuatro, posteriormente se hayan creado “órganos de coordinación” entre ellos, como si fueran un quinto y sexto.

También ha aumentado el número de “secretarios de estado” y secretarias, que hay una que presumiblemente, por “dar forma” a cierto libro, se ha llevado una secretaría.

Traducido al “cristiano”, la creación de nuevos ministerios acarrea la creación de multitud de nuevos cargos, altos, bajos y de todos los tamaños y multitud de asesores, preferentemente del entorno, con el consiguiente coste para las arcas del Estado, pero el económico, siendo el más importante, no es ahora el asunto.

El verdadero asunto es esa creación casi compulsiva de puestos y cargos públicos, ¡tranquilos que hay para todos!, que en el peor de los casos es de esperar reduzca en algunas milésimas las cifras de desempleo, que oficialmente al 31 de diciembre era de 3.191.900.

Hoy, cuando aún es muy probable que se produzcan muchos más nombramientos, nos cuentan que el “doctor” Sánchez y los suyos han superado en un 40% (C U A R E N T A) el número de altos cargos del último gobierno de Mariano Rajoy y en casi esa misma cifra (un 37,6%) el número de asesores de los distintos ministerios, hasta los 242.

A poco más que se esfuerce, este gobierno, que al menos en el aspecto “laboral” va por el buen camino, puede convertir la estructura del estado español en una sociedad ilimitada.