La primavera «comienza» el 27

Nadie duda que a partir del 27 de mayo, una vez realizado el recuento de votos del “pack” electoral que nos han preparado para el domingo 26, se materializará un acuerdo de legislatura entre el PSOE y Unidas Podemos que a estas alturas del “partido” es muy probable que ya se esté redactando.

Cabe la posibilidad de que un crecido Pedro Sánchez (que en estos días ha dado la sensación de querer capitalizar la lamentable pérdida de quien tan abiertamente se mostrara como su enemigo declarado) logre regatear la pregonada exigencia de “repartirse” los ministerios de un Pablo Iglesias venido a menos y bajado de la nube a tan sólo 42 escaños, no sólo por los errores propios de la formación, sino por el claro desencanto de quienes en las anteriores elecciones creyeron ver en sus “círculos” un oasis de futuro y oportunidades que resultó ser otro espejismo.

El propio Iglesias, apenas hecho público el resultado de las generales, se ofrecía ya a Sánchez para entrar en su gobierno, en lugar de lamentar el importante descalabro sufrido por su formación o en un gesto de humildad, admitir la importante pérdida de confianza de los ciudadanos; en 2016 les dieron su voto 5.050.000 españoles y el pasado 28 de abril “sólo” 3.733.000.

Y eso a pesar de que en los famosos debates electorales, Iglesias se mostró como el máximo defensor “textual” de nuestra Constitución y se transfiguró en un pacífico telepredicador, repartiendo paz y amor entre los crispados candidatos y asegurando, para quien quisiera tomarle la palabra, que “el PSOE sólo cumple cuando Podemos les hace cumplir”; todo un aviso a navegantes.

Tras reunirse, durante 135 minutos, el pasado día 7 con Sánchez en La Moncloa, Iglesias se mostró optimista y habló de que “ambos compartimos la necesidad de entendimiento y colaboración”, que “van a trabajar para ponerse de acuerdo” y lo que es más clarificador, que “requerirá discreción y prudencia”.

Esto último resume a la perfección lo que todos sospechan, no se pueden lanzar las campanas al vuelo celebrando un acuerdo ni anunciar las lógicas compensaciones, sean ministeriales, en forma de altos cargos de la administración o de presidencia de empresas públicas y en cualquier caso proporcionales a los escaños logrados, porque a las puertas de otras elecciones, cualquier gesto, la menor indiscreción, podría penalizar a los “socios”.

No han tardado en pronunciarse algunas de las corrientes del conglomerado multicolor que sigue siendo Unidas Podemos, mostrando su postura contraria a entrar en el gobierno del doctor Sánchez, temerosas de que el “éxito” de poder sentar a alguno de sus miembros en los próximos consejos de ministros pueda depararles también un “fracaso” en sus expectativas electorales del 26 de mayo;  pero ese puntual “malestar” que ahora les incomoda, se tornará muy pronto en pública satisfacción.

Habrá acuerdo y se conocerá en apenas dos semanas, cuando el vendaval electoral haya pasado y quienes vamos a ir a las urnas tenemos perfecto derecho a saberlo antes de dar nuestro voto a unos o a otros.

Máxime cuando el propio Iglesias, en sus recordadas y “conciliadoras” intervenciones de los debates televisivos de abril, insistió hasta la desesperación, aunque sin resultado, para que Sánchez confirmara o descartara que acabaría pactando con Ciudadanos, a pesar de que Rivera se mostrara abiertamente como su enemigo público número uno.

Habrá acuerdo, que nadie lo dude, aunque eso lleve aparejado el “disgusto” de las organizaciones empresariales y en especial de la cabeza visible de alguna entidad bancaria, partidarios todos ellos de coaliciones con opciones más alejadas de extremismos.

La primavera, la nueva “primavera”, comienza el 27, en nuestras manos, en nuestros votos, está la posibilidad de añadir los colores que queramos para evitar, en lo posible que nuestro futuro sea prácticamente monocolor.