Las pensiones, un asunto sagrado

Dicen algunos que han visto telarañas dentro de la “hucha” de las pensiones y, a falta de fondos, es muy probable que así sea, ya que cada cierto tiempo, tanto los gobiernos del PP como los del PSOE, se han visto obligados a  sacar cifras muy significativas.

Nos dicen hoy que se van a retirar otros 3.693 millones de euros y que apenas quedarán unos 1.350 millones, las presuntas “telarañas” que han podido ver algunos a través de la “ranura”.

Ha quedado demostrado, especialmente en los últimos años, que no es posible, matemáticamente hablando, que con las cotizaciones de los trabajadores en activo, se puedan cubrir los pagos a los pensionistas que llegado el momento, “cuelgan sus botas”, tras toda una vida de aportaciones al sistema, lo que pone sobre la mesa un asunto de vital importancia.

Agrava el problema, y no es necesario ser expertos para darnos cuenta, que las expectativas de vida han aumentado considerablemente con el paso del tiempo, lo que en la práctica supone que más pensionistas cobran sus pensiones, cada vez mayores (aunque casi nunca demasiado grandes), durante más años.

Asistimos en los últimos tiempos a manifestaciones, en todos los rincones de España, en las que sorprendentemente, quienes claman en las calles por sus derechos son nuestros mayores.

No debe sorprendernos que quienes durante décadas se han limitado a trabajar y a conducirnos hasta el presente que vivimos, pretendan seguir percibiendo la pensión que se han ganado a pulso con su esfuerzo, su sacrificio y sus cotizaciones.

Ellos mejor que nadie saben entender las situaciones difíciles y permanecieron callados en los peores años de la crisis, hasta el punto de que muchos hicieron verdaderos milagros para ayudar a sobrevivir a hijos y nietos con una pensión que podía ser “elástica” pero en ningún caso era ilimitada.

Fueron conscientes de que ningún fin común se alcanza sin que la mayoría arrime el hombro y soporte la parte del sacrificio común que le toca a cada uno.

Por lo general, la edad no sólo es un montón cada vez más grande de años cargados a la espalda, es también una mayor proporción de sabiduría, serenidad, templanza, generosidad, comprensión y sobre todo sacrificio.

Todos los que han ido levantando el país con su trabajo tienen el derecho vital de una pensión digna, que cubra sus necesidades y que se incremente al menos en la misma proporción que el índice de precios, para que la mayoría de ellos puedan recorrer dignamente el último tramo de su camino.

Y cuando eso no sucede, la última gota hace rebosar el vaso de su paciencia y encabrita al pacífico ciudadano conformista que incluso no habla alto para no molestar y lo saca a las calles a gritar su descontento con las decisiones del gobierno de turno y los políticos en general, esos a los que entre todos pagamos sustanciosos salarios para que se encarguen del bienestar común, aunque no siempre sean conscientes de ello.

Los pensionistas han adquirido ese derecho, son muchos y no están por la labor de darse por vencidos a las primeras de cambio.

Guarden la hucha como un recuerdo obsoleto que cumplió su función e independientemente de lo recaudado  por las cotizaciones actuales, consideren el gasto en pensiones como la partida principal, una más de los presupuestos del estado, como las destinadas a educación, sanidad, seguridad, justicia, infraestructuras, asuntos sociales…

Sean más generosos con quienes lo han dado todo y ¡no toquen sus pensiones!, para todos ellos y para los pensionistas futuros éste es un asunto sagrado.