Pactar con el diablo

Dice muy poco de nadie, de ninguna persona en general, sea hombre o mujer, el hecho de hacer sistemáticamente lo contrario de lo que se ha venido diciendo, no es serio y genera una absoluta desconfianza.

Mantener la línea de coherencia y la palabra dada, cumplir las promesas, es lo mínimo que se puede exigir a cualquiera, pero lo es mucho más cuando esa persona es el mismísimo presidente en funciones y candidato a renovar su “estancia” en el Palacio de La Moncloa.

No es necesario repetir, por incontables, todas y cada una de las ocasiones en las que desde su aparición en la escena política se ha pronunciado en un sentido y el contrario, a veces en muy corto espacio de tiempo, porque para eso está la hemeroteca, esa auténtica “memoria histórica” de la que se ha convertido en esclavo por sus palabras y sus flagrantes contradicciones.

Dejando al margen la sospecha de que las elecciones del pasado 10 de noviembre fueran convocadas con premeditación, alevosía y nocturnidad, sólo o en compañía de otros, con el fin último de lograr un mejor resultado que no se produjo, resulta evidente que para volver al mismo sitio no era necesario dar la “vuelta a la manzana” en una fallida ceremonia del despiste en las urnas.

En estos días ya tan próximos a la Navidad, en los que unos se sorprenden contemplando el esperpéntico “belén” de los 97.000 euros de Colau y otros se desmarcan del expolio de los ERE como si eso hubiera sucedido antes de la dictadura del “exhumado”, los hay, que siendo dirigentes de los sindicatos no levantan la voz para indignarse por los millones que un buen puñado de  avispados socialistas hurtaron a los andaluces durante años de vacas asadas con billetes de 500 euros, burdeles y mariscadas.

Es en estos días cuando se va conociendo el reparto de carteras y el probable incremento de ministerios, para que haya para todos; que Unidas Podemos quiere “pillar cacho” y si hay que pasar de 17 a 20, (el gobierno de Rajoy tenía sólo 13 ministerios) que no sea por presupuesto, que aquí si hay, que esto no es la hucha de la Seguridad Social.

Sorprende que una vez más se empiece la casa por el tejado y luego se busque “material” para echar los cimientos y poder levantar el edificio; un ladrillito seguro de Cantabria, otro probable de Teruel, tres incondicionales del país de Liliput…

Y no salen las cuentas, por más que a los propios se sumen los del socio prioritario y los interesados del PNV, partido considerado de derechas, pero que en su larga trayectoria no ha hecho ascos a apoyar a diestra y siniestra.

Llegarán los del partido de Otegi, ahora “beatificado” por el “señor del talante”, pero seguirán sin llegar a la cifra mágica que asegure la investidura…

Es imprescindible que los separatistas catalanes, empeñados en saltarse la legalidad y la Constitución vigente y constituir una verdadera república independiente de España, no como aquella tan efímera que en un arrebato “proclamaron”, colaboren, por activa o por pasiva, dando su apoyo o su abstención, para que Sánchez no coseche su quinta o sexta investidura fallida.

De poco sirven las voces críticas del propio partido, ni la indignación de algunos de sus líderes autonómicos, Sánchez se ha convertido ya en un “burro con antojeras” que sólo ve que al fondo está el pesebre y no ve nada a los lados.

Para llegar a conseguir su propósito y que el reparto de carteras, que ya han diseñado, fructifique, hará todo lo que sea necesario, incluso pactar con el diablo.