Si Bolívar levantara la cabeza…

Imaginen por un momento a una familia cualquiera que reside en una vivienda dentro de una comunidad de vecinos.

En el pasado las cosas les iban muy bien y su modo de vida era similar o incluso más desahogado que el de algunos de sus convecinos, pero con el paso del tiempo, por decisiones equivocadas, sus condiciones se han ido deteriorando hasta desembocar en una quiebra más que evidente a los ojos de todos cuantos les rodean.

Si bien el cabeza visible de esa familia se esfuerza en ocultar a todo el mundo la realidad cada vez más preocupante y hace todos los esfuerzos necesarios para distorsionar la alarmante crudeza del empobrecimiento, no puede mantener indefinidamente la falsa sensación de que todo transcurre con normalidad; día a día tiene que salir a desmentir que necesite ayuda e incluso se permite pavonearse de que gracias a él, la vida de todos cuantos le rodean es tan maravillosa como lo es la suya propia.

Mientras, los miembros más frágiles de la familia, acuciados por la asfixiante realidad, van perdiendo el miedo a la autoridad familiar que les impide alzar la voz para reclamar alimentos o medicinas; a exigir libertad de movimientos para buscar en otro lugar los horizontes que hay al otro lado de las paredes que los mantienen encajonados.

Imaginen que llegados a ese punto, la clamorosa necesidad de esa parte de la familia, despertara la solidaridad de sus vecinos y decidieran ayudarles en la medida de sus posibilidades, facilitándoles pan, arroz, leche, agua, medicinas, prendas de vestir, pañales…o cualquier otro producto que pudiera mejorar su modo de vida.

¿Sería razonable que el cabeza de esa familia, que ha demostrado su más absoluta incapacidad para mantener el bienestar de todos los miembros, antepusiera su autoridad y en lugar de tragarse su orgullo y aceptar la ayuda vecinal, gastara todas sus energías para impedir que llegue a su puerta y en último término llegue a destruirla sin miramientos ante los ojos de desesperación de los suyos?.

¿Sería exigible por el bienestar de la parte más desprotegida de la familia que quien ya ha demostrado su no ser válido para solucionar los problemas, renuncie a liderar y permita que sean otros quienes lo intenten?. ¿Debería tomar la comunidad alguna decisión drástica por el bienestar general?.

Venezuela es en la actualidad, a los ojos del mundo, esa familia de al lado que tuvo tiempos mejores pero que a día de hoy atraviesa serias dificultades de subsistencia y necesita ayuda urgente.

Nicolás Maduro es ese fantoche cabeza de familia, el impresentable que sigue negando la evidencia y privando a una gran parte de la sociedad venezolana de su derecho a sobrevivir dignamente.

Si Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios Ponte y Blanco, aquel héroe libertador, al que tan reiteradamente recurre cada día en un intento desesperado de justificar cada una de sus decisiones, levantara hoy la cabeza, se avergonzaría de que el presente de los venezolanos dependa de un personajillo tan prescindible, sólo empeñado en mantenerse en el poder a cualquier precio, aún a costa de impedir que millones de venezolanos tengan la posibilidad de tener un futuro, el futuro que como seres humanos merecen y que sólo les llegará de la mano de la respuesta internacional a sus desesperados gritos de auxilio.