Un dilema de color naranja

La triple convocatoria electoral de ayer no ha deparado tantas sorpresas como algunos agoreros venían anunciando.

En primer lugar no ha “teñido” de rojo el mapa de España tal y como pensaban algunos tras la victoria del PSOE en las elecciones generales del 28 de abril, en parte por la resistencia a desaparecer del PP, cuya defunción y disolución algunos ya se habían adelantado a certificar.

No ha logrado C´S “sorprender” a los populares y ahora sí, Albert Rivera deberá aceptar que el líder de la oposición, por más que le pese, no es él, sino un Pablo Casado que ante una delicada situación de supervivencia ha conseguido salvar los muebles.

Es importante, pero no es suficiente haber incrementado el número total de concejales, de diputados autonómicos o de haber pasado de 2 a 7 representantes en el Parlamento Europeo.

Y pese a no haber sido la fuerza más votada en ninguna de las comunidades autónomas que ayer celebraron elecciones, es evidente que se han convertido en imprescindibles para configurar gobiernos en varias de ellas.

Esta situación privilegiada puede conducirlos a una decisión peligrosa y convertir lo que determinen en los próximos días en un arma de doble filo; ya que una de las opciones posibles podría significar su pan de hoy y su hambre de mañana.

Antes de que se celebraran estas últimas elecciones, se daba por sentado que Unidas Podemos ya había acordado con el PSOE su entrada en un gobierno de coalición en el que lógicamente se “repartirían” de manera equitativa los distintos ministerios; el propio Pablo Iglesias había hablado de esa posibilidad por más que desde el gobierno se dejaba en el aire, más que nada para no verse perjudicados en los resultados de ayer.

Tras el batacazo de las “huestes” de Iglesias, no sólo por el serio revés de su buque insignia, sino de algunas de sus confluencias, tanto en municipales, como en autonómicas y europeas, ha perdido fuerza esa opción y esta misma mañana, su líder, desaparecido tras los resultados, ha hablado de la posibilidad de entrar en el gobierno con mucha más humildad.

Desde el PSOE son conscientes de que Unidas Podemos, ni están tan unidas ni pueden darle apoyos suficientes y  han surgido ya distintas voces autorizadas que incomprensiblemente siguen demonizando a VOX, partido tan democrático como cualquier otro e infinitamente más recomendable que otros para hacer acuerdos políticos, EH Bildu, por ejemplo, en un gesto desesperado por evitar que junto a PP y C´S, puedan decidir los gobiernos de varias comunidades autónomas y ayuntamientos tan importantes como el de Zaragoza o Madrid.

¿Busca ahora el PSOE del doctor Sánchez atraerse a los Ciudadanos de Rivera, no sólo para mantener esos gobiernos autonómicos y ayuntamientos, sino para un pacto de gobierno en La Moncloa que contaría con mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, les daría una presunta estabilidad política para los próximos cuatro años y haría inmensamente felices a las empresas del IBEX y especialmente a doña Patricia?.

Es un atractivo canto de sirenas que atraería a C´S y podría poner en manos de Albert Rivera más de lo que había imaginado, descartada la presidencia del gobierno que en algún momento seguro que acarició en sueños, pero que dejaría su palabra a la altura de las suelas de un zapato, tras haber renegado de Sánchez y haber hecho todo lo humanamente posible para apartarlo.

De aceptar la propuesta, que seguro que le harán en estos próximos días, el presunto novio de Malú, pasaría, de la noche a la mañana, de no haber logrado ganarse la jefatura de la oposición a sentarse en el consejo de ministros.

Claro que eso tendría un coste electoral futuro considerable por el desencanto de la gente que les votó por su compromiso de descabalgar a Sánchez y luego hacer lo contrario de lo prometido y además llevaría aparejada la posibilidad de que sus votantes no se lo perdonen y acaben apoyando a otros en las urnas.

Les cabe, en un acto de simple coherencia, materializar los pactos a “la andaluza”, con PP y VOX en las comunidades y ayuntamientos en los que los resultados los hacen posibles, o dejarse camelar por el maravilloso paisaje de tonos rosados que le puede “pintar” el PSOE, pero hagan lo que hagan, el suyo es un dilema de color naranja.