Y Joaquim cogió su fusil

Desde aquel esperpento de la proclamación de la “ERICA”, efímera república independiente catalana, del 27 de octubre de 2017, ha llovido mucho, demasiado para quienes desde fuera hemos venido observando la deriva a la que sus promotores han llevado a una de las comunidades autónomas más importantes del estado español y especialmente para los catalanes que han venido sufriendo en sus carnes, el acoso y el desprecio, cuando no la violencia, por el mero hecho de sentirse tan españoles como los de Cáceres, Teruel o Ciudad Real.

Poco o nada les ha importado que al menos la mitad de los ciudadanos de Cataluña fueran contrarios a la ruptura y se alinearan con quienes defendían la legalidad vigente y se ponían en el “bando” constitucional.

En su persistente obsesión separatista han ignorado la  fuga masiva de empresas a otras comunidades del estado, como si la ruptura de tejido empresarial no afectara a la vida diaria de una parte importante de sus ciudadanos, al poner en riesgo sus puestos de trabajo.

No les ha producido ningún rubor que el dinero público se empleara en internacionalizar su causa y envolverla como si fuera un regalo en miles de lazos amarillos, mientras se escatimaba para causas sociales o sanitarias, terreno este último en el que las listas de espera rondan los 150 días y les sitúan en el podio de los peores.

Fugados unos para evitar la acción de la justicia y encarcelados los que se quedaron, quizás por un exceso de confianza en la “impunidad” de su atrevimiento, lo cierto es todos ellos se encuentran a la espera de que los tribunales les hagan responder por haber protagonizado lo que para muchos fue un “golpe al estado”.

Desde entonces, unos viviendo como turistas en Europa y otros sujetos al menú carcelario, todos ellos, se han convertido, para los separatistas, en verdaderos “mártires” de la causa, a los que el “malévolo” estado español, que antes “les robaba”, ahora no sólo no les deja ser independientes sino que les priva de libertad o les impide regresar.

En un gesto de “altruista responsabilidad”, facilitaron el gobierno que tenemos, con la excusa de colaborar para echar al anterior por su entorno de corrupción,  pero íntimamente confiados en que “lo suyo”, hasta en el peor de los casos, podría ir a mejor con Sánchez de lo que les había ido con Rajoy.

Pronto comprendieron que las promesas, si las hubo, no fructificaban con el paso de los días y es bien sabido que la paciencia no es la característica más destacada de un acérrimo independentista.

Comenzó a palparse en ellos la sensación de saberse engañados y la frustración se fue haciendo más y más evidente hasta materializarse en la negativa a sumarse a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, que tanta “ilusión” le hacían a Sánchez.

Joaquim Torra, cabeza visible, aunque quizás no cabeza pensante, del movimiento separatista, no pareció nunca predispuesto a pasar por el aro de la legalidad establecida y previsiblemente aconsejado por el ex-presidente huido, se fue atrincherando en su castillo imaginario, listo para el combate.

Ahora, mientras ayuna dos jornadas en el monasterio de Montserrat, vela sus armas y anuncia la “vía eslovena”, como si el ejemplo de aquella breve guerra fuera la solución que ahuyente todos los fantasmas y lo acabe coronando, con permiso de Carles Puigdemont, en el presidente de la “ERICA”.

Que todos sus “enemigos” se preparen para la que se avecina, Joaquim ya cogió su fusil.