Dos sillas vacías

Acabada la charleta entre Pablo Iglesias, Jordi Évole y Albert Rivera, las cámaras abrieron plano y dejaron en la evidencia dos sillas vacías que, como en esa horrible moda de las bodas modernas, llevaban escritos los nombres de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Supondremos también que la producción del programa impidió que hubiera más público que un par de bultos sentados a espaldas de los contertulios y aquella camarera que reclamaba, tirando de las orejas que por allí nunca pasan políticos «ni siquiera en la época electoral». Nunca sabremos del todo si lo de ayer en ‘Salvados’ fue una regeneración en el modelo de debates políticos, si forma parte de la precampaña o si las charletas cercanas y de barra de bar que ha puesto de moda Bertín Osborne responden a un nuevo modelo televisivo quee impide utilizar más de las 400 palabras que son necesarias para pasar el día.

«Al final nos presentamos juntos a las elecciones» dijo Iglesias en ese test final preprogramado para representar lo que quería: la coincidencia general en temas de especial relevancia entre dos formaciones nacidas en el siglo XXI para dar respuestas a problemas del siglo XXI. Cada uno con sus formas.

Rivera lo hizo desde su planta de cuñado ideal, con esa calma de niño bien que en ocasiones torna con esa impertinencia del debate que es un común en todos y cada uno de los formatos políticos: no me interrumpa cuando yo le estoy interrumpiendo. Hizo gala de sus glamourosas encuestas en un clima de prudencia y humildad que contrastaba con las palabras pronunciadas en rueda de prensa esta mañana aceptando el debate a 3 entre las fuerzas candidatas a ganarlas elecciones: el PP, el PSOE y ellos, claro. Pensamos que nos íbamos a librar de las muletillas pero es que no hay manera. «Las mentiras repetidas mil veces» y el «partido a partido» salieron a colación en la sencillez del lenguaje que en ocasiones se torna excesiva paa todos aquellos que están llamados a ser el futuro político del país.

Iglesias duerme poco y eso se nota en su discurso, su mirada hierática a las cámaras. Su inseparable camisa blanca ­de un blanco impecable, eso sí­ y sus pantalones grises están pidiendo a gritos unas vacaciones despreocupadas de encuestas y de causas sociales justas que merezcan el acercamiento de ‘coleta morada’ y sus chicos. Este verano coincidí con Pablo en San Lorenzo de El Escorial. Llegó tarde, con un séquito de fotógrados y periodistas de los medios que le persiguien como a Dado Lequio en sus mejores tiempos. En un momento de los escasos 20 minutos en los que intervino en el curso preparado por su formación, Laura, su jefa de prensa, le hizo una señal. Le quedaban 5 minutos. Pasados esos 5, le hizo otra. A la tercera, Pablo se levantó, pidió disculpas y se marchó. Laura dijo en alto que tenían que coger un avión.

«¿A dónde?» respondió Pablo. Esa pregunta encierra un enloquecimiento en torno a las marcas que han utilizado de manera profesional a los medios de comunicación como plataforma para su lanzamiento político. Ese era el leitmotiv del Curso de Verano ofrecido por Podemos y que quedó resumido en la pregunta de Pablo Iglesias.

La discrepancia de los dos partidos y de los dos líderes surgió, de nuevo, en los temas económicos que unos optan por revolucionar y los otros por matizar.Un modus vivendi diferente, una clase social en apariencia diferente y un modelo de actuación diferente. Planes de pensiones privados frente a los públicos; sanidad privada y Seguridad Social frente a Seguridad Social; préstamos para financiar las campañas «pagados, eso sí» frente a aportaciones públicas que son las que marcarán el presupuesto y pagos en negro que, electoralistamente, fue lo único que no recordaron en qué. Fue el tiempo en el que se hizo el mayor de los silencios, con los ojos hacia arriba que cambiaban de izquierda a derecha en en movimiento de cambio LEM que aseguraba lo que recordaban y lo que debieron buscar en sus inventos.

La mesa de ese bar estará hoy llena y será objeto de fotos, preguntas a sus dueños y mosqueo de los parroquianos que, un día cualquiera, tuvieron que abandonar su tertulia mañanera que pasa del ‘Marca’ a ‘El País’ o ‘La Razón’ según estén los periódicos disponibles. Aquellas sillas están a buen seguro ocupadas hoy por esos 5 millones de personas que dieron anoche a ‘Salvados’ su récord histórico y que se han cansado, por fin, de que lleven años vacías.

Darío Novo