España, trending topic

@DarioNovoM

El otro día entré a Twitter y en la misma tarde eran trending topic Jan Ullrich, Ángel Garó y Franco. Me alegré de mi desconexión permanente de la red del pájaro por aquello de que es habitual el acabar creyendo que las preocupaciones de la gente de la calle, de los normales, vaya, son las etiquetas más comentadas en la dichosa aplicación. Y no. En Twitter hay más ruido que ruidosos porque incluso personas de lo más normal manejan varios perfiles con el único objetivo de intentar manejar la realidad. Antes de que la moralina fuera un hábito exigible, la parodia y la caricatura eran un común del humor de los mortales: señores orondos se dejaban dibujar en las playas con lienzos que exageraban su nariz o sus uñas de los pies. Los esbozos, después, se enmarcaban y formaba parte del rito familiar el sonreír en torno a los defectos propios en cualquier cena. El brindar por ellos. El vivir.

Lo único que comparten Ullrich, Franco y Garó es que no tienen ni puta gracia. Y que son obsesiones pasadas para el común de los mortales. En una tertulia le comentaban a Gistau que habían sido capaces de estar hora y media sin hablar de Franco. «Yo estuve 35 años sin hacerlo», dijo. El Gobierno de Pedro Sánchez, que tiene como máximo exponente a un tipo que fotografía manos, sigue pendiente de las redes porque es lo único que le evita el caer al fondo. Es un gobierno de tuiteros, de caras visibles, de barbishijasputas, de TT diario, de programas que viven de ello, de las noticias de la Huffington, de decisiones incompletas, de incompleta indecisión. Social. De los de red.

Sánchez no ha llegado de rebote a la Moncloa. De hecho es una mayoría la que apoya que la ocupe. Quizá es la parte más preocupante de la ciberpolítica: la necesidad de salir un solo día a la urna para poner en la presidencia a alguien. De este modo, los compañeros de viaje vascos del socialista han asegurado que, por ellos, el Valle de los Caídos debería ser demolido. Una acción pronunciada por Aitor Esteban y apoyada por Otegi a quien, casi, debemos agradecer que no hable de voladuras por su cercanía a ellas.

El país es un TT continuo aupado por la tendencia política de creer en la red. Y de crearla. Un florecimiento de nostalgia cínica y circense. Asomarse a las discusiones prefabricadas supone encontrarse a Otegi o a ‘La señora más franquista de España’, el sueño de cualquier rotulista que lleva años tecleando el lugar del vecino que habla. En los años de Jan Ullrich considerábamos friki a los hoy llamados otakus. En los años de Ángel Garó, el friki era él. En los de Franco, no existían los frikis que ya se han encargado de florecer como quien empieza a fumar tarde. La ‘freakpolitik’ será el mejor legado del Gobierno del trendig topic.