Fin del Mundial, fin de una época

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Australia 0-3 España

Para los que se nos dan mal las despedidas el partido de ayer fue como decir adiós desde el andén a alguien que se marcha -quién sabe si para volver – en tren. Era algo que teníamos por sabido aunque no asimilado. Cuando Shukralla pitó el final del partido de nuestros hombros descansó un peso y de la cabeza cientos de reflexiones.

Todo sonaba a despedida. Incluido el atuendo de los nuestros con la tercera equipación que guarda un riguroso negro de luto roto por amarillo fosforito que, en el mundo de los colores, significa lo importante. El amarillo de las equipaciones comparte color con la estrella del pecho que fuimos a defender y no pudimos pero que no se borra, como los recuerdos.

En medio de esta vorágine sentimental España se marchó de la mejor manera posible, si es que la hay. Una victoria por 0-3 ante Australia que mostró su peor cara, la de pase débil y llegada pobre. Brazos abajo que casi compartimos y que, desde luego, no tienen parejo alguno en la forma de concentración: de nuestro rígido y silencioso entrenamiento en frío a sus jacuzzis y salidas nocturnas. Hasta en eso son nuestras antípodas.

Del Bosque alineó a los muertos que él mató y que demostraron gozar de buena salud. Un juego más atrevido, con Xabi Alonso como único mediocentro defensivo . Por allí estaban Cazorla y Koke, que unieron su centro del campo con Torres y Villa. Nadie se acordó entonces del falso ‘9’. Máxime cuando Iniesta sacó de la chistera un pase para la carrera de Juanfran que dejó impávido a Davidson. El lateral atlético congenió a las mil maravillas con Villa que enviaría de espuela un gol al fondo de la red. Villa besó su escudo y todos un poco con él. Hasta eso sonó a despedida y así sería. En el 53 de la segunda, Del Bosque le retiraba para siempre. Era su adiós agridulce a la Selección, entre su rabia y la nuestra y lo que pareció la indiferencia del seleccionador para alguien que marcó 59 goles con España.

El resultado lo redondearían Fernando Torres y Mata. El primero tras pase por dentro de Iniesta como vimos tantas veces. El 9 de la selección definió como en las grandes ocasiones, Viena por ejemplo. El gol de Mata vino tras pase de Cesc desde la frontal del área a donde cambió el juego para que el burgalés controlara con la derecha y remachara con la izquierda entre las piernas de Ryan.

The end. Todo lo demás fueron símbolos y preguntas. Incluidos 20 minutos de la primera parte en los que nos imaginamos que los pensamientos de los jugadores tomaban forma de avión, cabezas gachas en Barajas y organizar las vacaciones y sus caipirinhas. Tornó entonces una atmósfera de Fahrenheit y descanso con algunas bromas incluidas en el banquillo como asumiendo que todo había tocado a su fin.

Pero hubo más gestos. Sergio Ramos repitió durante el partido una serie de entradas duras de enfado en consonacia con la camiseta con mangas a modo de rugby que expesaban un malestar interior y exterior que es el propio de la Selección y de los aficionados a la misma.

Y las preguntas. Centralizadas todas en el único tema de la continuidad o no de los pesos pesados. Toda vez que Villa y Xavi Hernández han decidido que esto será un borrón sin cuenta nueva, queda mucho verano para resolver qué pasará con Iker Casillas, Xabi Alonso o Fernando Torres que, de momento, ha querido dejar claro que si el seleccionador así lo considera, el quiere continuar. De lo que no estamos muy seguros es de quién será el seleccionador.

De esta manera se cierra un mundo total, construido por nuestro García Márquez que fue Luis Aragonés. Fueron nuestros «Cien años de soledad» que acabaron con la «Crónica de una muerte anunciada» y la pregunta que merodeará el verano y quedará marcada también para la historia: ¿quién fue el ciclón que arrasó Macondo?