La OTAN, una familia numerosa

La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una alianza de países de  América del Norte y países de Europa, creada en el año 1949 con la firma del Tratado de Washington con el fin de garantizar la libertad y la seguridad de sus miembros, empleando para lograrlo medios políticos y si fuera necesario medios militares.

Si bien se trata de una organización armada, no tiene como finalidad atacar a otros países, sino estar al lado de cualquiera de sus miembros en el supuesto de que fuera atacado.

A los doce países fundadores se fueron uniendo posteriormente otros hasta los 30 miembros actuales.

España lo hizo el 30 de mayo de 1982; el 31 de enero de 1986, bajo la presidencia de Felipe González se convocó un referéndum en el que participaron el 59,4% y se decidió ratificar la permanencia con un 56,85%.

Ucrania, que se independizó de la URSS el 24 de agosto de 1991, no forma parte de la OTAN, pero en 1992 se incorporó al Consejo de Cooperación del Atlántico Norte.

Actualmente denominado Consejo de Asociación Euroatlántico, es un foro de la OTAN formado por 50 países, los 30 miembros del tratado, 6 países tradicionalmente neutrales, entre los que están Finlandia y Suecia, 12 estados de la antigua Unión Soviética y 2 repúblicas de lo que fue Yugoslavia.

Rusia siempre ha visto con recelo los acercamientos de los países del este a la OTAN y se ha mostrado contraria a la incorporación de alguno de ellos a la estructura militar por el temor de tener mucho más cerca al ejército de su peor enemigo, los Estados Unidos de América.

La excepción son las repúblicas bálticas Estonia, Letonia y Lituania, que se incorporaron en el año 2004, también a la Unión Europea.

Ucrania, segundo país más grande de Europa, tras Rusia, solicitó integrarse en la OTAN, pero no fue admitida para no tensionar aún más las relaciones con Rusia y especialmente por ser una “exigencia” de Putin, transfigurado en el “chulo” del patio que decide lo que cada cual puede o no hacer.

En estos días se cumplirán tres meses de la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso, que siguiendo las órdenes del iluminado Vladímir, se afana en conquistar una buena parte de un país soberano, con grandes destrozos y, lo que es peor, con la pérdida de innumerables vidas humanas, tanto en el ejército invasor como entre quienes defienden su tierra ucraniana.

Aunque el nuevo “zar” ha esgrimido varios pretextos con escaso fundamento para su guerra aún no declarada oficialmente, uno de los más probables  sería “desmilitarizar” un país vecino con el que comparte cerca de 2.300 kilómetros de frontera y evitar que la OTAN tuviera la oportunidad de instalarse tan cerca de su territorio.

Hoy son Finlandia y Suecia, países tradicionalmente neutrales, quienes, ante el temor de verse en la situación dramática que atraviesa Ucrania, libremente, han solicitado integrarse en la estructura militar de la OTAN, haciendo oídos sordos a las amenazas rusas de que responderán si sus territorios son utilizados para desplegar armamento de la Alianza; Rusia alardea de poder “aniquilarlos en diez segundos”.

Pero parece inevitable, por más que incomode a Rusia, la OTAN, una familia ya muy numerosa, está a punto de alumbrar dos nuevos miembros, ¡bienvenidos!.