La ouija

Han elegido la ouija para dar avances de noticias y llenar portadas que es como tocar tambores para que llueva y, por tanto, prosperen las cosechas. Algo ridículo.

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La portada –tan comentada, tan tuiteada tan, en el fondo, errónea- no viene a ser más que un ejemplo acariciable del envidiado y detestado periodismo deportivo español. Valgan como verdadera antítesis las nomenclaturas de “periodismo” y “deportivo”, una concatenación que 60 de cada 100 alumnos que pisan las facultades de comunicación anhelan. Algo estaremos haciendo mal.

En primer lugar, aquella prioridad para con el deporte que, aquí y sólo aquí, hemos tomado por válida. Incluso tuvo su axioma. Por descontado, que alguna vez todos leímos el “Soy español, a qué quieres que te gane” y sonreímos hasta darnos cuenta que ganábamos en paro, analfabetismo, pobreza y sobre todo, miseria moral.

Nombrar a un fallecido como mentor de un resultado vinculante no tiene más nombre que la miseria; miseria moral esta que ha desembocado en la miseria económica de los medios pedida agritos y tan evidente fruto a su vez de la mísera calidad que ofrecen en sus comunicaciones. Llegado el punto, estaría bien el poder distinguir entre lo insólito, lo inusual y lo usual.

-Insólito es encontrar un pie cortado en un horno.

Decía Lorne Malvo en Fargo. Inusual es hacer una ouija y sacarlo en portada para hacer el ridículo. Pero lo ridículo, por otro lado, comienza a ser lo usual.

La reiteración, la farsa, el atropello pero sobre todo, el sinsentido al que se ha atribuido el poder comunicativo del deporte tan cambiable y aparecible y desaparecible como las aguas del Guadiana. Un uso y un abuso internos que obvian el verdadero fin de la información: contarle a la gente lo que no sabe algo, ay, que en un momento quiso recogerse como un servicio público. Hace tiempo que con el deporte acabó e incluso los receptores vienen a contar cosas que saben mejor que el propio informador.

Luego está el déficit de la calidad. La eterna pregunta de por qué columnistas de la talla de Quintano, Gistau, Jabois, Enric González o Bustos acaban siendo la salvaguardia del columnismo deportivo que acaban desarrollando con su brillantez característica. El deporte empieza a estar excedido de plumas y pese a ser respetables muchas de ellas, acaban perdiéndose en ese mar que es la opinión destructiva con el mero argumento del “porque sí”, el grito en la tertulia, la falta de rigor en la noticia, la ausencia de fuentes, la complacencia de inutilidades directivas, el fin del fin.

Y esto no viene de hoy. Hace años leí a un buen amigo la reacción de aquel conocido atlético que inventa fichajes bajo su tartamuda voz y las risas de sus compañeros de programa. A día de hoy, se lo sigue llevando crudo y con la construcción de los personajes no sólo han ganado dinero y personajismo sino que han apartado a mucha gente válida so pretexto, interno y creído, de que con su fin la información deportiva no sería lo mismo.

Así la conclusión se pinta sola. Quizá es que la gente que empuja con fuerza para unir las palabras “periodismo” y “deportivo” en una concatenación digna más allá de los másteres a riñón de las universidades o los propios medios, se hayan hartado de que siempre sea lo mismo y, sobre todo, de que siempre sean los mismos. Váyanse pero no se lleven el tablero. De alguna manera, habrá quien quiera comunicarse con el periodismo que ustedes mataron con sus ouijas.

Darío Novo