Hay que educar al abuelo

Francisco tiene 69 años y su mujer, Emilia, 70. Él era industrial electricista, ella ama de casa. Les gusta viajar. –Nos vamos ahora a Torremolinos y después a Menorca, con el Inserso, –explica Francisco con voz de trueno–. Francisco y Emilia viven desde hace seis años en Boadilla del Monte, tienen tres hijos y cuatro nietos. –Los nietos son la vida –dice Francisco y Emilia corrobora con una sonrisa sabia–.

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Francisco se libró de la mili por ser hijo de viuda, se casó con veinticuatro años. Francisco y Emilia contribuyeron al boom de los años sesenta del incremento de la población española. –Los tiempos han cambiado mucho. Entonces –recuerda Francisco–, no había métodos anticonceptivos. Te ponías y ¡hala! A tener hijos.

Francisco estuvo entre finales de los 70 y finales de los 80 instalando la electricidad de multitud de colegios de nueva creación en Parla, en Móstoles, en Fuenlabrada, en Alcorcón…

Purificación Núñez Alonso tiene 67 años y fue modista. Es de Toro (Zamora) y reside en Madrid desde los 17 años. Su marido fue maestro. –¿Que si cocino bien? Mi madre lo hacía mejor, –dice tal vez recordando los guisos de su infancia–. No le gustan los ordenadores, pero lee mucho, sobre todo novelas o libros del antiguo Egipto. –Sinuhé, el egipcio. También Los pilares de la tierra, de Ken Follet, o La catedral del mar, de  Ildefonso Falcones, –dice con seguridad de experta lectora–.  Purificación vive en Boadilla desde hace cinco años. Está encantada de hacer actividades para la tercera edad, gimnasia, etc. Antes era persona de estar en casa y ahora ha hecho muchas amistades. Se queja de la poca puntualidad que tienen las autoridades en estos actos de presentación porque tiene que hacer la compra y llega tarde. Purificación tiene dos hijas y tres nietos a los que, a veces, cuida.

Florentino Gómez es ingeniero industrial, jubilado, claro. Tiene 70 años. Hace gimnasia, baila, lee mucho, sobre todo ensayo filosófico, desde Platón hasta Ortega y Gasset. –La biblioteca es buena, –puntualiza Florentino sobre el Centro de Mayores de Boadilla–. –Todos venimos aquí a merecer, a que nos atiendan bien, –argumenta Florentino con determinación–.

Antonio Ruiz tiene 76 años. Es del barrio de Usera y del Atleti. Tuvo negocios en el sector de la distribución de papel, bobinas para imprentas, periódicos, etc. Es el presidente de la Asociación de Mayores de Boadilla del Monte. Una asociación que tiene 1400 socios y que por una módica cantidad de seis euros anuales ofrece servicios de peluquería, clases de canto, fisioterapia, reflexología, podólogo, etc., y también organiza viajes para los asociados. La asociación recibe una subvención del Ayuntamiento de Boadilla. Antonio hizo la mili en Tetuán y Ceuta, en Transmisiones, después de la Guerra de Ifni. Fue de los últimos en volver a España de un territorio ya marroquí. A Antonio le gusta leer, bailar y sobre todo jugar al golf. Dice que una vez jugó tres hoyos con Severiano Ballesteros. –Pero me ganó, –se ríe Antonio moviendo ligeramente la espalda como simulando el swing con un hierro del 1–. Antonio tiene dos hijos en el paro a los que ayuda económicamente en todo lo que puede. Su nuera es médica internista en la Clínica La Milagrosa. Gracias a ella vive la familia de su hijo. A Antonio le preocupa mucho la economía y la situación desastrosa que vive el país. Antonio pide un deseo: –Que nos llegue a nosotros savia mejor. Antonio tiene tres nietos, a los que a veces cuida.

El cabo Martínez y su compañero prestan sus servicios en la Policía Municipal de Boadilla del Monte. Su relación con las personas mayores es muy estrecha. El cabo Martínez y su compañero parecen encantados con su trabajo, con el apoyo que prestan a los mayores para evitar que los engañen –por ejemplo en las revisiones ilegales de la instalación del gas–. Ayudan a los viejecitos a ir al banco, a que tengan medidas de seguridad en sus hogares, o los acompañan a hacer denuncias o trámites en los servicios sociales. El cabo Martínez y su compañero cuentan una anécdota. –Una vez tuvimos que auxiliar a dos señoras muy viejecitas que habían oído que estafaban a los mayores y que querían sacar a toda costa su dinero por la ventanilla del banco. Se escaparon de la residencia y lo retiraron todo. Una de ellas iba en silla de ruedas, –recuerda el cabo Martínez–. Gracias al cabo Martínez y a su compañero las señoras evitaron seguramente que alguien les atracara.

Silvia es guardia civil en Boadilla y tiene una sonrisa que le abre la confianza de los mayores. Ella también ayuda en lo que puede. –Sí, los mayores se merecen todo mi esfuerzo, –dice, como no, sonriendo–.

El alcalde de Boadilla, Antonio González Terol, y el director general del Mayor de la Comunidad de Madrid, José Ramón Menéndez, han inaugurado el 14 de enero la primera Escuela de Abuelos. Es un tallar que enseña a los mayores los conocimientos y los recursos necesarios para que la abnegada labor que hacen cuidando a los nietos les sea más fácil. El taller tiene una duración de veinte horas, distribuidas en diez sesiones de dos horas cada una, y se impartirá todos los miércoles hasta el próximo 18 de marzo, de 10:30 a 12:30 horas en el Centro de Mayores de la calle Gutiérrez Soto, de Boadilla del Monte. La inscripción es gratuita. En este taller se analizarán temas como la comunicación en la familia, la autoridad, los límites y normas, la prevención de adicciones, el desarrollo de los valores personales y sociales, el ocio o el rendimiento escolar. 

En la Comunidad de Madrid, aproximadamente un 25 % de los menores no escolarizados son cuidados por sus abuelos, y el 48% de los abuelos que cuidan a sus nietos lo hacen de forma habitual. En algunos casos, cuidar a los nietos les supone una carga añadida de estrés y ansiedad.

En la foto, un momento del desarrollo del curso.

Texto y fotos: Ángel Aguado López