No tienes argumentos

Cuídese el madrileño de a pie si ejercita el mismo por las adoquinadas calles de la capital. Son tiempos de andar con precaución. Los temerarios desestimarán hacerlo, claro, y mientras compartimos chanzas observando cómo destapan por cada patada a piedra suelta, la media docena de opinadores y otros tantos tertulianos que habitan en la oscuridad de su cobijo.

Son tiempos de opinar. A ser posible, sin conocer demasiado el asunto opinable. Llegado cierto nivel de investigación temática, aumenta el riesgo de aburrir al espectador con argumentos razonables, líneas ideológicas definidas o sistemas lógicos coherentes. Y no queremos eso. No. Queremos frases cortas, simples, de fácil réplica en corro vecinal y que puedan casar con el formato copy-paste que es molde de la sabiduría popular del momento. El clásico zasca, vaya. El éxito falaz del mal y pronto. El “donde vaya la gente” de las opiniones. El calor de la masa.

La tertulia mediática moderna se diferencia de la charla de barra de bar, fundamentalmente, en que no hay barra. Bar, suele haber. A uno le gusta pensar que en formato previo. Así, en parte, podría justificarse la exhibición de desprecio diario a toda forma de amor propio y de respeto al espectador que desglosan los navajeros de la palabra en televisión.

El abecé de la retórica vanguardista de pantalla goza de  pilares básicos. A saber. Por un lado eso de ‘no tienes argumentos’; utilizable si, como suele suceder, los tiene y ejecuta con acierto. Tanto más efectivo como profundo sea el desarrollo de la idea del contrincante.

Otro de estos es el ‘no te pongas nervioso’. Lo de menos es si, efectivamente, lo está. Si lo está, todo lo dicho hasta esta cita se esfumará de la memoria del oyente. Si no lo estuviera, pasará a estarlo. Con igual efecto.

‘Infórmate antes de hablar’. Está con independencia de su grado de información. Si a usted no le importa, y al espectador no le importa, ¿a quién le importa?

Y la última. El ‘no lo digo yo, lo dice ‘X’, donde ‘X’ suele ser asociación catedrática irrebatible como la ONU, TEDH o ‘El Intermedio’. El “soy idiota” de nuestros días, vaya. La pedantería de garrafón.

A partir de ahí todo es arte personal traducido, por lo general, en habilidad para exponerse a la evidencia cuantas más veces por intervención, mejor. Y esperar el oro del zasca emitido a corto, o el zasca encajado a medio. Del largo plazo ya hablaremos. Cuando tengas argumentos.

 

Jorge García