Crónica de una muerte anunciada
La crónica de la muerte anunciada o, lo que es lo mismo la esclavitud, fue escogida por aquellos que fueron designados nuestros padres, Adán y Eva; los primeros, cuya descendencia somos nosotros.
Al principio, Dios creó el mundo y por extensión todo.
Y Dios creó el paraíso, y puso allí a Adán y Eva, y Satanás creó las selecciones, (y dispuso de una urna), el árbol, dónde nuestros padres emitieron su voto, no quisieron hacer lo que les convenía, ser libres y disfrutar de todo.
Sí, he dicho todo, menos coger el fruto del único árbol que no debían tocar.
Eso fue interpretado como uso de la libertad del ser, y lo que ello supuso, supone y supondrá, elegir el sufrimiento, la enfermedad, la muerte, o, ¿Eso es sólo producto de la imaginación?
La libertad implica pensar, decir y hacer lo que uno quiera o la plazca, y lo contrario es la esclavitud. Pero, realmente hacemos lo que queremos, o sólo nos dejamos llevar por impulsos, y no por deseos verdaderos, sin dudar de ellos, o razonamientos.
Decía John Milton : “Antes que perder la libertad es mejor quedarse ciego, para no tener que sufrir el triste espectáculo, que nos iba a ofrecer nuestro espejo”. Pero hay algo más : “En un mundo de fugitivos el que transmite el justo camino, parece huir”.
Se pronuncia fácilmente la palabra libertad pero, ¿Qué significa en realidad? ¿Entendemos la libertad como orden? La libertad más que orden puede ser concebida como respeto. Actualmente se habla mucho, se dicen muchas cosas, pero sin sentido, sin respeto.
Existió una época en la que las personas intentaban vivir, y para hacerlo bebían, fumaban y creían en los demás. Como he dicho se vivía.
La gente irradiaba inocencia y una cierta alegría, que desconocían porque se daba, y quizás la respuesta es que la vida se desarrollaba de forma sencilla; no se quería complicar la existencia al individuo con leyes, cuyo contenido, lejos de hacer más agradable la vida en el día a día, lo que hacen es complicársela a aquel que lo único que anhela es respirar, andar y disfrutar de una puesta de sol o algo similar.
El exceso de leyes cae como una losa sobre el individuo, aprisionándolo, ahogándolo, sin dejarlo respirar.
La ley, en singular, ofrece una evidencia de protección hacia el más fuerte, los que las hacen y las aprueban y se creen mejores, y tienen la posibilidad de saltarla, omitirla, aludiendo al bien mayor, mientras que el débil observa como la ley le aplasta, le sepulta, y tiene poca o nada probabilidad de prosperar.
La ley, se nos dice es para crear orden, y tal afirmación, lo que confirma es la desconfianza en el ser humano, en ese elemento primitivo o no, que ya al principio, como sabemos por nuestros padres, Adán y Eva, la trasgredieron pero
¿Sí se transgredió la ley divina, no podrá acaso, suceder lo mismo con la humana?
Ordenar, mandar, obligar, son sinónimos de esclavizar. Hoy en día con tantas leyes que se clasifican en códigos civil, penal, ley constitucional, ordenanzas, normas, el hombre se observa perseguido por “fantasmas” que le intimidan, atemorizan y aniquilan, porque la ley es la ley, y se ensalza al orden como piedra angular de la creación y proliferación de leyes.
Hoy en día hay parlamentos, congresos, senados, asambleas donde se escriben y aprueban más y más sin fin.
Podría decirse que la neogénesis de leyes es infinita, ¿Y no será qué cómo se atribuye a Albert Einstein, infinito sólo sea la estupidez humana?
Si bien esa denominada estupidez se identifica con la insaciable necesidad de conseguir dinero, que es a lo que finalmente revierte todo; con sueldos por encima del salario interprofesional para quienes las promulgan, enriquecimiento con prevendas, partidas y opciones de quienes utilizan las leyes para su propio provecho, creación de más impuestos, y reírse en la cara de a quienes van dirigidas, los débiles, aquellos que ya no saben qué decir, y no digamos qué hacer.
En la época que he mencionado antes, también había leyes, y a lo mejor, muchas pero no tanto como ahora, pero sobretodo la palabra respeto, significaba, era algo importante.
Por ejemplo si se fumaba se pedía la concesión de hacerlo si era un sitio cerrado, leyendo a Herman Hesse, premio Nobel de literatura, se podía observar como en el centro de Europa, existían trenes con compartimentos, al igual que en los aviones, espacio para fumadores y no usuarios.
Hoy sin embargo se prohibe incluso en los espacios abiertos.
Este y muchísimas más anécdotas dan una idea de la libertad del mundo contemporáneo, pero si volvemos sobre el vocablo orden, citaré para terminar a Denis Diderot : “Desconfiad del que quiere restablecer el orden. Ordenar es siempre convertirse en dueños de los demás, molestándolos”.