Al fin solo

A estas alturas nadie pone en duda que Pedro Sánchez vivió en la oposición a Mariano Rajoy con la obsesión de desbancarlo, no ya para que el PSOE recuperara el gobierno de España, sino para culminar su ambición personal de convertirse en el inquilino del Palacio de La Moncloa.

Tras las dos derrotas más apabullantes sufridas por el socialismo en España y con sólo 84 diputados parecía una misión imposible pero, como solía decir el “superhéroe” infantil mejicano Chapulín Colorado, “no contaban con mi astucia”.

Le fue posible ganar el poder que no había sido capaz de conseguir en las urnas, sin hacer ascos a nada y uniendo a tirios y troyanos para mandar a Mariano a “su” registro de la propiedad y a los suyos a los escaños de la oposición.

Sigue flotando en el ambiente la sospecha y quizás algún día lo refleje la historia, de que los dos partidos catalanes no apoyaron su moción de manera altruista, ni por especial simpatía política, ni por considerar que él era más alto, esbelto, joven y guapo que Mariano y que pronunciaba las “eses” con absoluta corrección.

Permanece la duda de que no regalaron sus votos en el Congreso para apartar del poder a un partido con numerosos casos de corrupción, porque sería un grave ejercicio de cinismo e hipocresía, siendo uno de esos partidos el heredero natural de Convergencia Democrática de Cataluña, implicada en  un buen “porcentaje” de casos de corrupción en su autonomía.

Cuesta creer que quienes sólo seis meses antes habían proclamado su efímera república y por ello habían visto cómo se les aplicaba el “correctivo” light de un 155 que Pedro Sánchez también había apoyado, provocando las posteriores fugas y encarcelaciones, echaran pelillos a la mar en la moción y lo “abrazaran como nuevo presidente de España, el país de todos, en el que esos dos partidos no quieren estar.

Que la abogacía del estado quitara hierro descartando la rebelión y que destacados miembros del PSOE o del Gobierno insinuaran la concesión del indulto a los protagonistas del golpe al estado, no han sido suficientes para aplacar los ánimos.

Desde fuera da la sensación de que alguien no ha cumplido su parte del trato y eso, nada más, ha provocado la retirada del apoyo de los dos partidos catalanes, que no esconden su tremenda decepción al advertir que sus expectativas no estaban garantizadas.

Puede que por parte de Podemos, además de la imposibilidad de aprobar “sus” presupuestos, haya existido también la frustración de saberse socios pero quedar al margen de las decisiones y que el temor de que vaya aún a más el desgaste electoral que podría suponerles ser el punto de apoyo de Sánchez, los haya empujado a abandonarlo a su suerte.

Queda como testimonial por insuficiente, el apoyo de los dos partidos vascos y la soledad de Sánchez es ya clamorosa.

Que ahora se empeñe en mantenerse y seguir conociendo mundo con su señora es tan sorprendente como atrevido. Aún confía en seguir, resistir como sólo podría hacer un numantino, a base de toques “mágicos” con la varita de los decretos ley, hasta el otoño de 2019.

Entre la inconsciencia y la temeridad se pueden sobrevolar todos los rincones de España, en helicóptero, en Falcon o Airbus intentando llegar hasta el infinito y más allá o aceptar la realidad y poner los pies en la tierra, camino de las urnas.

No es aconsejable esperar a que el amigo Tezanos cocine una encuesta “delicatesen” de mayoría absoluta que hoy por hoy parece impensable.

Lo consiguió, llegó a La Moncloa y posiblemente fue bonito mientras duró, pero si hoy  se vuelve, buscando los apoyos que lo hicieron posible, verá que al fin está solo.