Aprender a base de «golpes»

A lo largo de la historia de la humanidad, el hombre ha ido evolucionando y aprendiendo a vivir mejor gracias a la inteligencia con la que está dotada la especie y ha ido dando pequeños pasos a lo largo de los siglos en una lucha constante por sobrevivir.

El continuo aprendizaje, acompañado de grandes penalidades, hasta la primitiva fabricación de objetos de caza y el descubrimiento del fuego fueron fundamentales en su supervivencia;  la rueda hizo posible los desplazamientos y el transporte de personas y especialmente de alimentos desde los lugares más alejados a sus puntos de residencia.

Aquellos primeros pasos de nuestros ancestros nos han traído a estos tiempos que vivimos; ha sido un largo y dificultoso camino durante el que no sólo ha evolucionado la especie sino las formas de vida.

Algo es evidente, desde el principio de los tiempos, no han faltado nunca las dificultades y el sufrimiento.

La experiencia se consigue a base de práctica, a veces de dolor y en la mayoría de los casos a base de fracasos.

Es un hecho comprobado que aprendemos más a base de golpes; caer no es un fracaso si conseguimos levantarnos; levantarnos cada vez que caemos por nuestra propia torpeza o por nuestra más inconsciente imprudencia, es lo que nos hace más fuertes, con suerte más sensatos.

A lo largo de la historia que nos ha traído a este siglo XXI, la humanidad se ha enfrentado a miles de factores que amenazaron su supervivencia, desastres naturales, guerras, accidentes, enfermedades, plagas, epidemias…

En algunas ocasiones, sobrevivir es una simple cuestión de suerte; acabar derrotados o muertos puede ser un simple capricho de la fatalidad y las circunstancias, pero hay veces en las que nuestro comportamiento puede determinar en buena medida que el resultado final sea favorable o desfavorable, vivir o morir.

En estos días, un insignificante virus mantiene acorralada a la mayor parte de la población mundial mientras sigue extendiendo su mortífera pandemia por la inmensa mayoría de los países, desbordando los servicios hospitalarios, paralizando la economía mundial, limitando las actividades y los desplazamientos, e interrumpiendo la vida normal de las personas, forzadas a permanecer en sus casas.

Mientras los sanitarios, cuerpos de seguridad, ejército, bomberos, equipos de limpieza, transporte, comercios de alimentación y cualquier otro colectivo al que le está permitido continuar con su actividad, pelean contra los elementos en primera línea de combate, al resto se nos pide que NO HAGAMOS NADA, que nos QUEDEMOS EN CASA y si hay que reponer alimentos, sacar al perro o hacer cualquier otra cosa permitida, lo hagamos con cabeza y responsabilidad.

Pero lo que en principio parecía una tarea sencilla, quedarse en casa para no colaborar en la propagación del contagio, está resultando para algunos, una minoría tan insignificante como insolidaria, una misión “imposible”.

Casi a diario nos llegan noticias de sancionados o detenidos por saltarse el confinamiento;  los hay que se creen más “listos” que el común de los mortales y pretenden moverse como si esta “guerra” no fuera con ellos.

Como siempre, ahora, en medio de una situación dolorosa que está llevándose por delante a mucha gente, los hay que siguen empeñados en aprender a base de “golpes”.