Casi todo era mentira

En la dolorosa pesadilla que para desgracia general seguimos viviendo en estos días, ni siquiera tenemos la certeza de que el inicio de todo se produjera en las fechas que oficialmente han querido señalarnos.

Nos contaron que los primeros casos en el mundo, se detectaron el 8 de diciembre en Wuhan (China); el 13 de enero de este año, la Organización Mundial de la Salud informó que ya se habían producido contagios fuera de China y desde ese momento, como un auténtico reguero de pólvora, a un ritmo incontenible, el virus se fue extendiendo por todos los rincones del planeta.

Fue el último día de enero cuando Fernando Simón Soria, el médico epidemiólogo zaragozano, que ya desde 2012, bajo el gobierno del PP, viene desempeñando el cargo de Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, pronunció aquella frase lapidaria que por su escaso ojo crítico le persigue como una sombra “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado”.

Habría acertado de pleno si todo hubiera terminado el 24 de febrero, cuando eran tan sólo 2 los casos diagnosticados, uno de ellos en Canarias y otro en la Comunidad Valenciana, pero apenas 13 días más tarde, curiosamente el día en el que por toda España se celebraban multitudinarias manifestaciones por el Día de la Mujer, las personas contagiadas eran ya oficialmente 954.

La OMS declaró la pandemia mundial del COVID-19 el 11 de marzo y el número de nuestros contagiados ya se había duplicado en esa fecha, superaba los 7.000 cuando el 14 de marzo el Gobierno decretó el estado de alarma y nos situaba a fin de mes por encima de los 100.000 contagios. Y lo que es mucho más grave, doloroso e irremediable, en esa misma fecha, los fallecidos, víctimas oficiales de la enfermedad, rondaban los 8.200.

Cuando el 21 de junio se puso fin al estado de alarma, tras seis prórrogas, eran 28.323 las personas que habían perdido la vida y hoy, tras el “goteo” diario y constante, por más que se empeñen en contarnos que “sólo” son 30.500, las muertes por la pandemia, según varios indicadores son más de 53.000.

Nos mintieron cuando, en marzo, Illa y Simón nos decían que “no tiene sentido llevar mascarillas”, o cuando en abril nos repetían que “no se consideran necesarios los test masivos”.

Nos mintieron haciéndonos creer que existía un auténtico “batallón de expertos” que velaba por nuestro bienestar, tomaba las decisiones más acertadas y guiaba los pasos de nuestros responsables políticos para ir avanzando en las distintas fases de vuelta a la “nueva normalidad”.

Nos mintió, personalmente el presidente del Gobierno, cuando el 5 de julio, en pleno “éxtasis” de la campaña electoral vasca aseguró “urbi et orbi” aquello de “hemos derrotado al virus, controlado la pandemia y doblegado la curva”.

Hoy, frente a la preocupante realidad, cercados por una pandemia que somos incapaces de contener y nos ha situado a la cabeza de Europa en contagios y muertes, nos envuelve la sensación de que desde el principio de la triste historia que tan involuntariamente protagonizamos, casi todo era mentira.