Días para guardar en la memoria

Ayer mismo el Presidente del Gobierno de España, tras la videoconferencia mantenida con los presidentes autonómicos, admitía “cierto retraso en el aprovisionamiento sanitario”.

Sería mínimamente entendible ese retraso si en estos momentos nos preparásemos para una pandemia que nos fuera a llegar en mayo, pero de ninguna manera es admisible cuando ya se ha dado por sentado que desde finales de enero se disponía de información suficiente como para haber agilizado ese “aprovisionamiento sanitario” que se retrasa.

Es imperdonable que hoy, cuando la cifra oficial de contagiados supera los 85.000 y lo que es mucho más grave, la cifra oficial de fallecidos es de 7.340, aún no contemos con los medios imprescindibles para luchar contra tan insignificante como mortífero enemigo.

La pasividad, indolencia o irresponsabilidad de quienes tenían que tomar las decisiones urgentes ha permitido que todos caminásemos sobre guijarros con los pies descalzos, mientras confiábamos en quienes debían facilitarnos el calzado que evitara herirnos.

Esta ineficacia oficial resulta especialmente sangrante tanto para todo el colectivo sanitario, incluidos quienes limpian los hospitales, administrativos, vigilantes, técnicos, celadores, auxiliares, enfermeros y médicos, como para los miembros de todos los cuerpos policiales, miembros del ejército con la UME, ese “bálsamo recurrente” de todas las desgracias y para todos y cada uno de los profesionales de los distintos sectores, ahora “esenciales”, que se han mantenido en primera línea de combate, en buena medida y literalmente a cara descubierta.

Lamentablemente la cifra de personal sanitario contagiado supera los 12.000 y entre las fuerzas de seguridad al menos se han contabilizado 1.000 agentes, que siguen reclamando unos test masivos, fiables eso sí, que no acaban de llegar para todos ellos pero que se han utilizado varias veces para algunas ministras del Gobierno.

Hoy, cuando los muertos son ya 36 veces más que los de aquel sangriento 11-M, y en las UCIS de todo la geografía nacional hay más de 5.000 españoles luchando por seguir viviendo, resultan tristemente patéticas las palabras del también contagiado Fernando Simón, del pasado 23 de febrero en las que aseguraba “España no va a tener, como mucho, más allá de algún contagiado”.

¿Se infravaloró al “monstruo”?, ¿se confió en exceso en un sistema sanitario que ahora está desbordado?, ¿fallaron los asesores?, ¿fue la indecisión lo que nos condujo al confinamiento y la “hibernación” de la economía?.

Nunca antes la improvisación de los responsables políticos fue tan evidente y costó tantas vidas; es una cuestión de justicia que llegado el momento deban responder por las decisiones tomadas y por las que deberían haber tomado.

Sabemos que tarde o temprano se ganará esta guerra, pero por el momento nos duele haber perdido una batalla en la que las bajas son demasiadas.

Nos quedaremos en casa todo lo que sea necesario para no extender la “plaga”, aplaudiremos cada día a todos cuantos cada día arriesgan su vida para preservar las nuestras y esperaremos con resignación el fin de esta tragedia.

Pero, por todos los que se han ido, por el dolor de tantas familias, tenemos que guardar en la memoria todo lo que ha ido sucediendo en todo este tiempo.