El rescatador

Hemos llegado a un punto en que ya no nos sorprende que nos ofrezca cualquier justificación, por peregrina que sea, para cada uno de los nuevos pasos que está dando.

No es cuestión ahora de reincidir en que es un “mentiroso reincidente” porque es algo tan del dominio público que se hace innecesario recordarlo.

Pero sí tendremos la oportunidad de recordárselo cuando llegue el momento, cuando papeleta en mano dispongamos de la manera más explícita de resarcirnos de todos sus cambios de rumbo, de todos sus “donde dije” y de la enorme mochila de incumplimientos de la palabra dada que acumula en un tiempo récord.

Conviene no olvidar que un buen número de los votos que recibió el PSOE en  las últimas elecciones generales, celebradas el 10 de noviembre de 2019, lo fueron en función de sus propuestas, del contenido de su programa y de sus candidatos, pero también, una buena parte correspondía a sus compromisos personales, pronunciados con solemnidad, contundencia y reiteración ante el electorado, no sólo de lo que haría si llegaba a la presidencia del Gobierno de España, sino también de TODO LO QUE NO HARÍA.

Hoy, tres años después, ya sabemos que casi todas las líneas rojas que se comprometió a no traspasar han ido quedando a su espalda, sin importarle lo más mínimo haber defraudado a muchos de sus votantes y al resto de españoles que tan ingenuamente lo “aceptamos” como presidente, pese a saltarse sus propios compromisos para lograr el acceso a La Moncloa.

El propio portavoz de ERC, siempre tan sarcástico, despejó, sólo a los más crédulos, porque la mayoría ya lo suponíamos, que su apoyo a la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, no era el generoso gesto que algunos pretendían hacernos ver, sino el “sapo” que se había tragado Sánchez para conseguir los votos separatistas, la derogación del delito de sedición.

Conocedor de sus limitaciones, Sánchez no se ha detenido ahí y ya negocia la rebaja de condenas por malversación que le exigen los separatistas, que si finalmente se aprueba al “gusto” de ERC aligerará considerablemente el castigo para los suyos, hasta el punto de permitir que puedan presentarse como candidatos electorales algunos de sus más destacados dirigentes condenados.

De nada han servido las “vocecillas” discordantes de algunos barones socialistas; de nada servirá una moción de censura que no cuenta con 176 votos; poco o nada incomodará a Sánchez el “manifiesto” de la Asociación para la Defensa de los Valores de la Transición, firmado por ex ministros y ex altos cargos del PSOE  en contra de modificar los delitos de sedición y malversación.

El líder supremo del “sanchismo”, auto incluido en la historia más reciente de España, se ha convertido ahora en el “rescatador” y pretende hacernos creer que “asume el riesgo de acabar con la crispación y la confrontación en Cataluña”; lo tiene claro, asegura que “éste es el único camino posible” y que “hay que sacar la confrontación política de los juzgados”.

Ataviado con su traje de “súper héroe”, el “rescatador” simula ofrecer su imaginario salvavidas a los separatistas catalanes, pero ya no engaña a nadie, sabe mejor que nadie que ese flotador es su propia salvación porque lo mantendrá a flote hasta que coloquen las urnas.