El sueño del nieto de Spiridón

Él mismo contó que su abuelo, Spiridón Ivanovich Putin, cocinero desde los 15 años, ejerció esa tarea para los dictadores comunistas Lenin y Stalin.

Trabajó en aquella Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que años más tarde, el 25 de diciembre de 1991, en una intervención televisada y por boca de Mihail Gorbachov  se “desintegraría” para quedar oficialmente disuelta.

El abuelo no pudo vivir el momento, ya que había fallecido en 1965, a los 86 años de edad, cuando Vladimir Vladimirovich Putin, tenía tan sólo 13 años.

Seguro que su abuelo le contó las “batallitas” de aquellos años de “esplendor” totalitario, represión y muerte a los que eran tan dados sus jefes y posiblemente ya entonces llegara a fantasear con que algún día él podría emular, no ya a su abuelo, sino a los dos personajes de tan infausto recuerdo que escribieron las páginas más lamentables de la historia de la humanidad.

Batallitas que también pudo contarle su padre, ya que ostentó el cargo de oficial de la Marina Soviética.

Putin, que el 7 de octubre cumplirá 70 años, estudió derecho y al graduarse, en 1975, entró como agente del Comité para la Seguridad del Estado, la temida KGB, donde estuvo hasta 1990, año en el que se adentró en el terreno político, que lo conduciría, en 1999, a la presidencia de Rusia.

Curiosamente, ese mismo año, definió el comunismo como “un callejón sin salida”, lo que posiblemente propició que tanto él como su entorno salieran de ese “callejón” y se fueran por la calle de en medio, mucho más atractiva, con un “capitalismo” sin limitaciones en el que un privilegiado grupo de oligarcas decide en lo político y especialmente en lo económico.

Algunos estiman en 130.000 millones de dólares el patrimonio neto de Putin.

Estuvo en la presidencia rusa hasta 2008, la recuperó en 2012 y la ostentará al menos hasta 2024, pese a las sospechas y denuncias de sus rivales sobre posibles fraudes electorales.

Cubiertas ampliamente sus ambiciones personales, al nieto de Spiridón le quedaba lograr ampliar las fronteras de Rusia tratando de revivir la extinta URSS y pasar a la posteridad como el nuevo “zar”.

Es evidente que posee cualidades personales que para un mandatario pueden resultar envidiables, como inteligencia, carácter decidido y ambición; él mismo ha declarado “tengo la sensación de que conseguiré todo lo que quiero”.

Pero no faltan quienes lo definen como narcisista, sádico, mentiroso, manipulador, cruel, vengativo… un sicópata incapaz de ver esa enorme viga propia que no le impide ver pajas en ojos ajenos.

Sánchez, atrapado en un gobierno en el que no todos los ministros tienen la misma visión del conflicto, ni ven de la misma forma la organización militar defensiva de la que España forma parte, lo ha calificado como “sátrapa”, persona que hace ostentación de su poder de forma despótica y arbitraria; un buen retrato del sujeto el suyo.

Con el pretexto de “desnazificar” Ucrania, país que en 1941 sufrió una de las mayores matanzas de la Alemania nazi de Hitler y para “acabar con el genocidio del gobierno ucraniano” en las regiones prorrusas de Donetsk y Lugansk, que fueron masacradas tanto por el nazismo como por Stalin, engañando al mundo entero, desoyendo las ofertas de diálogo de Europa y sobre todo pasándose por la entrepierna la legalidad internacional, el nieto más avispado de Spiridón ha decidido “conquistar” Ucrania y declarar la guerra, pretendiendo hacer creer al mundo que “se ha visto obligado a actuar”.

En estos días centenares de miles de ucranianos, esencialmente mujeres y niños, huyen del horror y la muerte, en un éxodo de supervivencia que alcanzará enormes proporciones y que en ningún caso dejará ganadores.

Ahora que Europa comenzaba a controlar la pandemia, si nadie lo remedia, el “virus Putin”, que amenaza con su arsenal atómico, va a acabar con la estabilidad y la economía de todo el mundo.

Su decisión ya está causando pérdidas humanas y graves daños; aún en su locura, debe tener algo muy claro, tarde o temprano, el más conocido nieto de Spiridón tendrá que rendir cuentas ante la justicia internacional.