En manos de Torra

Con un precedente como el de Oriol, hijo del que fuera “molt honorable” presidente Pujol, que resultando condenado a dos años y medio de cárcel, obtuvo el tercer grado tras pasar tan solo ¡SETENTA DÍAS! en prisión, resulta lógica la preocupación de la mayoría de la sociedad española sobre el futuro carcelario de quienes recibieron importantes condenas por haberse pasado por los bajos la Constitución y la legalidad.

El hecho de que las competencias de justicia estén transferidas a la comunidad autónoma catalana deja en manos de Joaquim Torra la llave que puede abrir las rejas que hoy por hoy mantienen encerrados a los doce condenados.

El presidente de la Generalidad ya les ha prometido, a través de su Consejera de Justicia y de la directora de la prisión que “tramitará su salida de la cárcel tras las elecciones del 10 de noviembre”.

Flaco favor le haría a Sánchez si a las puertas de una campaña electoral que se presenta incierta, se levantara uno de estos días con la decisión de adelantar sus pretensiones y permitirles pisar la calle antes incluso de las elecciones, si esa opción fuera realizable.

Triste que la mayor gloria, aquello por lo que el presidente en funciones y candidato socialista a la presidencia del Gobierno de España, puede pasar a la historia, sea el hecho de haber “despertado” al dictador de su sueño eterno para traerlo desde las sombras del olvido y la indiferencia a la más rabiosa actualidad.

Si los equipos asesores pensaron que la exhumación podría suponerles un importante empujón ante las urnas, a las que nos lleva la incapacidad demostrada durante meses a la hora de granjearse los apoyos necesarios que debían sumar a sus 123 diputados, la mayoría de las encuestas vienen a presagiar que no sólo no les ha dado impulso, sino que podría haberse convertido en una losa, casi tan pesada como la que cubría los restos mortales sepultados en el Valle de los caídos en noviembre de 1975.

Las revueltas, auténtica guerrilla urbana, que ha sacudido Cataluña desde que se hiciera pública la sentencia condenatoria del Tribunal Supremo, han puesto en evidencia que todos los cuerpos policiales han estado a la altura de las circunstancias, sufriendo en sus propias carnes la brutalidad de los radicales más violentos.

No lo han estado los políticos, muy especialmente Joaquim Torra, quien a regañadientes y tras serle exigido desde los cuatro puntos cardinales, tuvo la “deferencia” de hacerlo ante la CNN para asegurar aquello de “a mí no me representa la violencia, en absoluto, y la condeno”, tras haber dado una intolerable sensación de equidistancia entre las fuerzas de seguridad, comprometidas en mantener la normalidad y quienes han estado sembrando el caos en las calles de su comunidad y han ocasionado daños millonarios tanto en el patrimonio público como en bienes privados.

Se han escuchado voces autorizadas que echaban en falta una mayor contundencia desde el gobierno en funciones, al que los partidos de la oposición han acusado de pasividad y que incluso, por medio de algunos de sus ministros, ha restado importancia a unos graves “incidentes callejeros” que para el resto de los mortales eran pura y dura “kale borroka” separatista catalana.

Serán las urnas, tras el recuento del 10 de noviembre las que resolverán la incertidumbre que hoy por hoy nos escupen las encuestas y aunque todo apunta a un resultado inquietante, es evidente que los separatistas, con un gobierno de Torra, empeñado en reincidir en lo de la “vía unilateral de independencia”, podrían hacer posible que Pedro Sánchez no tenga que mover su colchón.

Es algo innegable que Cataluña y muy especialmente las posturas mostradas por los distintos partidos ante la grave crisis de convivencia de esa región española, van a pesar significativamente en los resultados de toda España; que la incertidumbre de su situación política puede decidir muchos votos e inclinar la balanza electoral, es algo que nadie puede poner en duda.

Joaquim Torra, con sus próximos pasos y su persistencia en la deriva separatista, aún sin ser consciente de ello, podría tener en sus manos el futuro inmediato de Pedro Sánchez.