La rabia de Putin

Siempre nos quedará la duda de qué habría hecho Donald Trump si la injustificada invasión de Ucrania por las tropas de Putin le hubiera pillado en la presidencia de los EEUU.

Conocedores de sus repentinos “impulsos” y de su dialéctica avasalladora, posiblemente sea una “suerte” para el mundo que en estos tiempos que vivimos no haya tenido semejante responsabilidad.

Nos tranquiliza, en cierto modo, que su sucesor, a pesar de haber dado numerosas muestras de que los años no perdonan a casi nadie, ha mantenido el pulso firme en cuanto a la ayuda militar y económica a Ucrania, sin meterse en el “barro” del conflicto, al ser consciente de que tomar parte activa habría impulsado más aún la locura del iluminado nuevo “zar” y podría llegar a desencadenar en cualquier momento una guerra mundial, lo que ellos llaman “Armagedón” y en cristiano supondría el Apocalipsis.

Se cumplen hoy 228 días desde que, saltándose la legalidad internacional y sin que existiera una provocación previa, Vladimir Putin decidiera lanzarse a lo que él creía que sería un paseo triunfal para “liberar” y apoderarse de varias regiones de Ucrania, como ya lo había hecho antes, en 2014, cuando pese al rechazo internacional se apropió de la península de Crimea.

No se ha detenido ahora ante los miles de sus soldados muertos, cuya cifra oculta a la población rusa, pero se conocerá algún día, ni ante las cuantiosas pérdidas de material militar, ni le ha temblado el pulso a la hora de atacar objetivos civiles.

Como si ya hubiera “resuelto” su guerra, el pasado 30 de septiembre proclamó la anexión oficial de las regiones de Donetsk, Luhansk, Jersón y Zaporiyia, tras haber organizado la pantomima de los referéndums cuyo resultado favorable del 97% ya estaba decidido de antemano.

Desde ese día, el implacable y en la práctica más efectivo ejército ucraniano ha ido recuperando buena parte de esos territorios, ante la inoperancia, las deserciones y la incapacidad rusa para conservarlos, agravada por el fracaso de su plan de movilización parcial de 300.000 reservistas, que provocó una auténtica desbandada entre los señalados.

Un perro rabioso no necesita provocaciones para lanzar sus dentelladas sin miramientos, el animal se limita a atacar, mostrando sus más salvajes instintos contra todo lo que le rodea y contra quienes lo observan convencidos de que eso es lo que sabe hacer y acabará haciéndolo.

Ya llevaba tiempo alardeando con la posibilidad de utilizar sus armas nucleares y amenazando con hacerlo, no sólo contra Ucrania, sino contra los países de Europa que condenan sus tropelías y automáticamente son sus enemigos.

Ahora, cumplidos los 70, como si pretendiera hacerse el más sangriento de los regalos, bombardea indiscriminadamente varias ciudades, incluida Kiev, la capital, sin importarle lo más mínimo la población civil.

No necesitaba razones para hacerlo, pero la confusa voladura del puente que une la península de Crimea con Rusia le ha servido de excusa perfecta para hacernos ver a todos, una vez más, su altísimo nivel de crueldad.

Nada nuevo, es la rabia de Putin.