La traición

Mañana, siete de enero de 2020, al mediodía, si nadie hace nada para impedirlo, el “doctor” Pedro Sánchez Pérez-Castejón, se convertirá en presidente de todos los españoles.

Y lo será tras fracasar en el primer intento y no lograr la mayoría absoluta en una sesión bochornosa en la que los partidos condenados a la oposición recordaron al aspirante que todo en él es mentira.

No era necesario decirle que es una mentira andante, que pisotea sus propias palabras e incumple sistemáticamente, un día sí y al otro también, no ya lo que dijo hace poco más de un año, sino lo que dijo en precampaña, durante la campaña, antes y después del debate.

Las hemerotecas rebosan como torrentes sus contradicciones y mentiras en cantidad suficiente como para confeccionar la mejor tesis doctoral sobre la mentira.

Y seríamos indulgentes si sus mentiras tuvieran el fin último de piadosos engaños que con la mejor de las intenciones pretendieran envolver la realidad con un filtro de colores para disimular las contradicciones más tenebrosas.

Dejando a un lado a quienes haga lo que haga, diga lo que diga, mienta lo que quiera mentir, le darían su voto incondicionalmente otra vez mañana si se lo pidiera, quienes ingenuamente confiaron en sus compromisos electorales, a pesar de estar avisados de su historial de persistente incumplidor de su propia palabra no pueden dejar de sentirse hoy traicionados.

Traicionados desde el momento mismo en el que se conocieron los resultados en la noche del 10 de noviembre y no eran tan “holgados” como les habían asegurado sus previsiones y menos aún las del CIS.

Por boca del que luego, curiosamente sería el negociador, Ábalos, aseguraban entonces que, en su recorrido electoral por todos los rincones de España, “no he encontrado un militante que quiera pacto con Iglesias”.

Visto con perspectiva todo indica que aquel “acuerdo del abrazo” no se materializó en las horas posteriores al recuento sino que a espaldas de todos y especialmente de los electores, estaba planeado de antemano; que la “historia” del insomnio era puro teatro, porque tanto uno como el otro ya soñaban juntos con un “gobierno progresista” en el que sólo les faltaban unos cuantos actores secundarios.

Y siendo legítima la suma de distintas fuerzas políticas para configurar una mayoría que finalmente haga posible la investidura, no lo es cuando quienes a la postre resultan imprescindibles para conseguirlo, ERC y EH Bildu, son dos formaciones abiertamente separatistas cuya aspiración principal e irrenunciable es que tanto el País Vasco como Cataluña acaben siendo dos naciones independientes.

Es una traición, disfrazada de cobardía, que el aspirante a la presidencia pasara por alto los graves ataques al Rey y a otras instituciones del Estado, de la portavoz proetarra, condenada en su día por apología del terrorismo, durante su intervención en la tribuna del Congreso y él, que con otros partidos se había mostrado como un auténtico y casi chulesco “matón”, fue absolutamente indulgente con ella.

Y aunque pueda parecer sólo una mentira más dentro de su extenso repertorio, resulta especialmente hiriente su penúltima traición a los españoles, tanto a sus votantes incondicionales como a quienes optaron por otras formaciones, que dijera en campaña «Vamos a incorporar en el Código Penal un nuevo delito para prohibir de una vez por todas la celebración de referéndums ilegales en Cataluña” y poco más de un mes más tarde se haya comprometido a facilitar una “consulta” en esa comunidad autónoma.

Nos dijo que descartaba el indulto, que los “golpistas” condenados cumplirían íntegramente sus condenas y hoy, tras haber reconocido “conflicto” como “animal de compañía”, tras las sospechas de injerencia a la abogacía del Estado y las descalificaciones de destacadas “figuras” de su entorno más fiel a la Junta Electoral Central, no podemos creerle.

Mañana se consumará la traición; lástima que la votación a viva voz convierta en un acto de heroísmo suicida el hecho de que alguno de los suyos opte por saltarse la disciplina de partido y grite “NO”.

Ése es el único regalo que muchos españoles les han pedido a los Reyes Magos.