Once años sin Marta

Puede parecer que fue ayer, pero el 24 de enero se han cumplido once años desde aquella fatídica tarde en la que la joven sevillana de 17 años, Marta del Castillo Casanueva, desapareció cuando se encontraba en el bajo del número 78 de la calle León XIII de la capital hispalense.

Once años vividos día a día, muy especialmente por sus padres, sus dos hermanas, sus abuelos y demás familia, pero también por cuantos la conocían y trataban y por la sociedad española en general, perplejos todos ante la impotencia de las fuerzas de seguridad, que afanosamente la han buscado durante todo este tiempo sin lograr la localización de sus restos.

Resulta imposible valorar el sufrimiento de los suyos por su pérdida pero no el coste económico de los trabajos de búsqueda del cuerpo de Marta, que habría superado los 600.000 euros.

Digna de elogio es la actitud de la familia, que pese a la tragedia nunca ha perdido la compostura y no ha dejado de buscarla durante todo este tiempo, agotando todas las opciones a su alcance y removiendo, literalmente, cielo y tierra, en busca de cualquier nueva pista.

Condenado a 20 años de cárcel, el asesino confeso, Miguel Carcaño, que desde entonces ha “escupido” hasta ocho versiones distintas, tan pronto declaraba no conocer el paradero de su “amiga”, porque él no se había ocupado de hacer desaparecer su cadáver, como aseguraba haberla arrojado al Guadalquivir, tirada a un contenedor, enterrada en una finca, ocultada en una escombrera… versiones en las que unas veces le habían ayudado sus “colegas” y en otras lo habían hecho ellos solos.  

En una de las últimas cambia la “historia” y acusa directamente a su hermano de madre de ser el autor material de la muerte de Marta, crimen que en su día admitió haber cometido él y por el que cumple condena en la cárcel de Herrera de La Mancha (Ciudad Real).

Debe ser duro, si esa fuera la verdad, que Carcaño se esté “comiendo el marrón” del crimen sin haberlo cometido, pero la montaña de mentiras que durante todos estos años ha ido soltando genera dudas más que razonables.

El tesón de los padres ha encontrado un nuevo “hilo” del que tirar y tanto la policía como la justicia tienen la obligación de hacerlo, por frágil que pueda parecer, para descubrir la verdad y lo que es más importante, para localizar  los restos de Marta y que la familia pueda darles digna sepultura.

Por lo pronto, el juez Álvaro Martín, ha ordenado a la policía que investigue las nuevas pruebas aportadas por la familia, destapando un fraude cometido ante una entidad bancaria para la obtención de un préstamo hipotecario que al dejar de pagarse pudo haber desencadenado una fuerte discusión y el desenlace trágico que todos conocemos, con la variante de que quien acabó con la vida de Marta podría no ser precisamente quien cumple condena.

Él solo o con la ayuda de terceros, entre los que algunos sitúan a su hermano, “manipuló” vida laboral y nóminas del bar “El Menos Dos Grados”, modificando únicamente los datos personales, con el fin de presentarlos al banco y acabar obteniendo el préstamo.

Si bien el propietario del bar ya ha asegurado que nunca trabajó allí, cabe la posibilidad de que se utilizaran los documentos de algún empleado verdadero, por lo que la simple comprobación de fechas e importes podría llevar a él y aún en el caso de que la suya fuera una “colaboración” involuntaria, arrojar un poco más de luz.

Confiamos en que esta vez la policía y la justicia logren completar el trabajo, se descubra toda la verdad y por fin sean los últimos estos once años sin Marta.