Otro lamentable récord histórico

No es ésta, ni será por desgracia la última vez en la que los españoles, porque en este caso nos afecta a todos, batimos un récord vergonzante.

Tradicionalmente habíamos “presumido” de tener la mejor sanidad del mundo, pero la llegada de la pandemia, con toda su crudeza, vino a demostrar que había demasiadas cosas que mejorar y no precisamente en el factor humano, ya que los sanitarios, todo el escalafón de trabajadores del sector, sin excepciones, se dejaron la vida, algunos literalmente, para contener los zarpazos del virus.

Quienes administran los impuestos de todos son los responsables absolutos de dedicarlos a los asuntos prioritarios, pero no siempre saben o quieren hacerlo, bien por sus propias limitaciones y sus déficits de conocimientos, bien por rodearse de asesores amigos en lugar de asesores capacitados, bien por anteponer medidas estéticas a soluciones necesarias o por hacer valer su autoridad frente a las recomendaciones más lógicas.

Podría entenderse que se dediquen euros sobrantes y no millones que no tenemos, al “estudio de la transexualidad del calamar”, la “reproducción del lenguado senegalés”, un “encuentro internacional de cucurbitáceas”, un “simposio internacional de manejo integrado de plagas de solanáceas”, un “proyecto de gestión de conflictos rurales y salvaguarda de los espacios pastorales de Níger”… (*)

Sea como fuere, lo cierto es que a día de hoy, 706.740 ciudadanos, hombres, mujeres y niños, forman una interminable lista de espera para ser operados quirúrgicamente y tratar de resolver o minimizar sus problemas de salud en la sanidad pública, que podrían reducirse si se dedicasen más fondos públicos.

Y aunque a nivel nacional corresponde al Ministerio de Sanidad la planificación y ejecución de la política del Gobierno de España en asuntos sanitarios, para garantizar a todos los ciudadanos el derecho a la protección de su salud, son las comunidades las que tienen las competencias para cuidar de las personas en sus territorios.

Basta echar un vistazo a las posiciones que cada una de las autonomías ocupa en el ranking de las listas de espera,  para ver que las diferencias son importantes.

Mientras en el País Vasco son necesarios 71 días de espera para una intervención quirúrgica, en la Comunidad de Madrid 73 y en Galicia 77, en el otro extremo, los residentes en Extremadura deben esperar 145, quienes residen en Cataluña 156 y los “sufridos” aragoneses la friolera de 183 días.

No es de extrañar que ante semejantes cifras, con alguna frecuencia se produzca la dolorosa paradoja de que cuando un enfermo es citado para entrar en quirófano ya haya pasado a mejor vida durante su “paciente” espera, no precisamente por haber sanado de forma extraordinaria, sino por haber fallecido víctima de sus dolencias.  

Quienes cargan con la responsabilidad política de velar por la salud de todos están obligados a priorizar este asunto sobre otros muchos y evitar que nunca más ostentemos otro lamentable récord histórico como el que hoy por hoy debería avergonzarles.

(*) Sólo uno de estos “asuntos” a los que se ha dedicado dinero público, es inventado.