Un congreso en almíbar

Hemos asistido, con cierto asombro, a cuanto ha sucedido en el 40º Congreso Federal del PSOE en Valencia, celebrado el pasado fin de semana en Valencia.

No, no era una fiesta de antiguos alumnos, por más que algunos de ellos carguen sobre sus espaldas suficientes décadas de socialismo como para abrumar a la nueva hornada.

Cuentan que Moncloa (hay que amortizar a los asesores, que cuestan un pastón), habría “coordinado” los discursos de González, muy crítico con Sánchez antes del Congreso, a la hora de censurar su deriva absolutista y Zapatero, frustrado “contador de nubes”, portavoz del estandarte del perdón al prófugo Puigdemont y metido a anfitrión de la venezolana que puso en aprietos al “colega” Ábalos, por unas decenas de maletas y la “incógnita” de si pisó o no pisó suelo español (deberían poner el VAR en los aeropuertos).

La ceremonia de los abrazos desprendía un tufillo a escenificación de una unidad “forzada” por las circunstancias, cara al público; un apresurado intento de unir las costuras del socialismo y aparentar ante los votantes una fortaleza que no es la de días previos, ni la que fue en otros tiempos.

Todo esto en un momento delicado, justo cuando algunas encuestas de empresas privadas destrozan el efecto balsámico del sondeo oficial del amigo Tezanos y dan al PP 3,4 puntos de ventaja.

Un pronóstico nada favorable al “sanchismo pesoeniano”, que de seguir en su línea de mantenerse con el apoyo bolivariano, separatista, “batasuno” y demás “familia”, podría acabar muriendo de “pedrosis” en las urnas.

Y ya saben, lo dijo hace tiempo, Guerra, ausente y quizás uno de los más críticos con Sánchez, “quien se mueve no sale en la foto”, que traducido al lenguaje de la calle sería algo como “quienes alzan la voz o discrepan con el líder supremo, que se olviden de ir en las listas o alcanzar puestos de responsabilidad”, casi siempre muy bien remunerados.

A la fuerza ahorcan, hay que resignarse, tragarse el orgullo y la prepotencia y mostrarse, urbi et orbi, como un conciliador, sin que sea muy evidente la preocupación por el futuro inmediato; cuando se ven la orejas al lobo, ser el más guapo del grupo no es suficiente.

No cabe duda de que a un buen número de votantes socialistas les debe dar la sensación de que permitir a Yolanda “llevar los pantalones” y dejarle tomar protagonismo en algunas cuestiones, dejando en un segundo plano a alguna de sus vicepresidentas, ha ido menguando la propia figura del presidente.

Y como quien presume de coche nuevo, aunque no pueda pagar las mensualidades de su hipoteca o pagar las cuotas de su comunidad, Sánchez saca a la palestra su “socialdemocracia recién estrenada” que por más que se empeñe no da el pego como nueva.

Ha sido, en resumen, un congreso en almíbar, saturado de besos y abrazos, casi empalagoso de cara a la galería, ciudadanos de España que no se dejan impresionar por su palabrería, que no están dispuestos a tragarse sus sapos y que a la primera ocasión que se les presente “llamarán al camión de mudanzas”, para que se lleve su colchón y lo disfrute con la pensión vitalicia como ex presidente.