Un horizonte lejano

Mientras todos los colectivos de la sanidad, desde los empleados administrativos, personal de limpieza y mantenimiento, técnicos, celadores, auxiliares hasta los enfermeros y médicos pasan largas jornadas tratando de doblegar al virus…

Mientras las fuerzas de seguridad, la UME y el ejército velan por el orden y para evitar que los ciudadanos nos saltemos el confinamiento y si llega el caso echan una mano solidaria a quienes los necesitan…

Mientras los bomberos, protección civil y vigilantes hacen todo lo posible para evitar mayores sobresaltos y colaboran siempre que lo requieren las necesidades del momento…

Mientras los farmacéuticos nos dispensan medicinas tras sus mostradores; los servicios de limpieza retiran nuestros residuos y asean nuestras calles; los empleados de supermercados y demás comercios de alimentación, de carnes y pescados,  nos facilitan llenar nuestra cesta de la compra y los panaderos siguen madrugando para ofrecernos pan tierno cada día…

Mientras agricultores y ganaderos continúan haciendo su trabajo diario para que no nos falten frutas, verduras, hortalizas, huevos, carne, leche y los pescadores siguen faenando para traer lo mejor del mar…

Mientras profesores, maestros y educadores continúan haciendo su labor desde la distancia, para amortiguar los efectos de la falta de clases…

Mientras los transportistas recorren solitarias carreteras para acercarnos todo cuanto ha de cubrir nuestras necesidades…

Nosotros, la inmensa mayoría de la población, los que únicamente salimos en muy contadas ocasiones al supermercado, la farmacia o el estanco (piensen en la canción de Serrat… “un día de esos he de plantearme muy seriamente dejar de fumar”), somos los grandes privilegiados de esta pandemia por el simple hecho de poder estar encerrados en nuestras casas a “salvo” del virus que merodea por todas partes.

Seguimos junto a la ventana contemplando un horizonte que aún vemos lejano sin pararnos a pensar que a quienes lo hacemos nos ha tocado el “papel” más sencillo en la representación de la tragedia que golpea con fuerza todos los rincones de España.

Nuestro papel secundario se limita a permanecer en casa; no es fácil, pero hacerlo bien es importante; somos simples extras en una aventura de supervivencia en la que no hay un gran héroe solitario dotado con poderes extraordinarios capaz de salvarnos a todos.

Desde la ventana vemos las calles vacías y ese largo camino que se aleja hasta perderse en un horizonte en el que el sol parece estar retenido por fuerzas poderosas que le impiden elevarse.

Y siendo tan insignificante nuestro papel; los hay que no se conforman con ser meros espectadores y deciden hacer algo más; confeccionar mascarillas o trajes de protección; cocinar para otros, alegrar a cuantos les rodean, entretener a quienes por su edad peor llevan el encierro e incluso regar las redes sociales con su ingenio, su humor o su sabiduría.

Cuando todo esto termine, cada cual podremos preguntarnos qué hicimos en todo este tiempo, por nuestro propio bienestar o por hacer más llevadero el encierro de cuantos nos rodean; habernos quedado en casa ya será todo un éxito.

Pero, esta enorme tragedia está sirviendo para sacar a la luz la solidaridad de mucha gente; la generosidad de muchos españoles, que a título personal o desde sus negocios y dentro de sus posibilidades se han querido volcar en ayudar a los demás.

El virus ha sacado a la luz a artistas “escondidos” entre nuestros vecinos; los hemos ido descubriendo estos días desde nuestra ventana, cada tarde a las ocho en el ritual de los aplausos.

Al gracioso del 8º B, al mago del bloque de enfrente, al mejor imitador de Julio Iglesias de la urbanización o la joven soprano del 3ºA, con los que nos habíamos cruzado mil veces en la calle, en la escalera o el ascensor y con los que en el mejor de los casos habíamos cruzado sólo un “¡hola!” o un ”¡buenos días!” de compromiso.

Sigamos en la ventana todo lo que sea necesario, superaremos la incertidumbre y especialmente el dolor por tantas muertes; el camino pronto nos llevara muy lejos, hasta ese horizonte que hoy nos parece inalcanzable.