Una jornada inolvidable

Hasta Neptuno, anclado en su fuente y siempre “celoso” de su colega Cibeles, llevaba tiempo esperando la celebración de un título de Liga.

La última, lograda en la temporada 2013/2014 quedaba demasiado lejos y sus aficionados, cansados de contemplar los éxitos, más frecuentes, de sus eternos rivales, contenían el aliento preparados para dar rienda suelta a una incontrolable alegría a punto de desbordarse.

En esta ocasión, a pesar de haber derrochado la gran ventaja acumulada sobre sus rivales (a mitad del campeonato llevaban 10 puntos de ventaja sobre sus dos más inmediatos rivales), su triunfo en el último partido, hacía inútil la remontada madridista y les daba el título.

De no haberlo logrado, el viejo apodo de “PUPAS”, debería haber sido esculpido en letras tan grandes o más que las de “CORAJE Y CORAZÓN” que lucen en el exterior de su flamante estadio Wanda Metropolitano.

Pero el Valladolid, camino de segunda, no pudo estropearles la fiesta, ni evitar el gol definitivo del jugador descartado por quienes aseguran ser “más que un club” y que a estas horas es muy probable que, desde su tercera posición, lo estén echando de menos.

Para sus aficionados, los más veteranos y quienes se han ido sumando a la “filosofía” del constante “partido a partido”, con los pies en la tierra, pero sin dejar nunca de creer en el éxito del equipo rojiblanco, ni resignarse a seguir siendo el “eterno segundón” de la capital, la larga espera ha terminado.

A todos ellos ¡FELICIDADES! por el éxito conseguido.

Hay quienes aseguran haber visto en la madrugada del sábado a Neptuno saltando sobre su fuente y lanzándole alguna “pullita”  a Cibeles, pero nada de ésto ha podido confirmarse.

Había demasiadas emociones contenidas y la explosión de alegría tenía que estallar; lo hizo en el propio parking del estadio Zorrilla con carácter inmediato y luego en las calles de Madrid, a las que grandes y pequeños se lanzaron para gritar a los cuatro vientos su orgullo atlético.

Desgraciadamente, no es la primera, ni será la última vez, que un acontecimiento feliz, una celebración festiva, se ve salpicada por el más inesperado y fatal de los accidentes.

Saúl, el adolescente de Parla, sólo pretendía disfrutar de uno de los días más felices de su vida; curiosamente, el éxito de su equipo y la fatalidad de las circunstancias, lo han llevado a morir por sus colores en una fecha ya histórica.

La muerte, caprichosa y traicionera, agazapada en cualquier esquina, siempre espera, paciente, el menor descuido, la más inconsciente imprudencia, para saltar con su guadaña, en el momento más inesperado y causar un dolor interminable entre quienes, sobrepasados por la emoción, únicamente se disponían a vivir una jornada inolvidable.