Vuelta al cole

En estos días, en los que el número de contagios aumenta considerablemente en casi todos los rincones de España y el goteo de fallecimientos continúa, se produce el regreso masivo de quienes han tenido el privilegio y hasta el valor de disfrutar de las vacaciones más atípicas y la vuelta al trabajo de quienes han tenido la inmensa fortuna de conservarlo.

Muchos de ellos, a los problemas acumulados, desempleo, restricciones y temor al contagio, añaden ahora las dudas de tener que llevar a sus hijos al colegio con garantías.

La pandemia, que en España ha podido causar ya 45.000 muertes, por mucho que oficialmente se empeñen en decirnos que son sólo 29.000, ha castigado muy severamente a las personas de más edad, pero apenas ha afectado a los más jóvenes y en muy contados casos a los niños de corta edad.

Los expertos, los de carne y hueso, no los “fantasmas” que nunca existieron, vienen hablando de que los más pequeños se contagian menos y que cuando lo hacen sus síntomas son mucho más leves.

Nos cuentan también que, aun siendo asintomáticos, pueden contagiar a otras personas hasta tres semanas después del diagnóstico, lo que en la práctica los convierte en invisibles colaboradores para una sigilosa y preocupante expansión de la enfermedad, especialmente hacia las personas de más edad de su entorno.

Sólo en la Comunidad de Madrid, esta misma semana, se incorporan a las clases medio millón de alumnos de educación infantil, especial y de los tres primeros cursos de primaria y una semana más tarde lo harán otro medio millón del resto de primaria, Formación Profesional, ESO y bachillerato.

Por primera vez, el inicio del curso, llega cargado de temores e incertidumbre, tanto para los padres, como para los propios alumnos, que desde el confinamiento, han venido percibiendo la preocupación general que flota en el ambiente, especialmente los más pequeños, que desde su limitada perspectiva identifican al virus con algo parecido a aquel “hombre del saco” al que en otros tiempos lejanos veíamos como el más temido personaje.

Tanto la ministra, como los responsables de educación de cada una de las 17 comunidades, tratan de generar confianza y cada una con los medios a su alcance prepara las aulas y demás dependencias educativas, instruye a sus profesores sobre las pautas a seguir, reduce el número de alumnos por clase, establece normas de comportamiento e higiene y pide a los padres que lleven a sus hijos a clase bajo amenaza de la pena de cárcel de tres a seis meses si se saltan la obligatoriedad legal de escolarizarlos.

La incorporación paulatina de todos los estudiantes demostrará si los temores de algunos eran infundados o confirmará los más pesimistas de quienes consideran que la inquietante “aventura” de esta vuelta al cole agravará aún más la situación.