Y Dios creó al hombre

Una vez más, la muerte de un ciudadano negro, víctima de los excesos policiales de un grupo formado por cuatro agentes blancos, cómo no, en los Estados Unidos de América, ha sacudido al mundo.

Las imágenes de Minneapolis que han recorrido todos los rincones del planeta son lo suficientemente elocuentes como para que ya, uno de los policías, tras las primeras protestas, haya sido acusado del asesinato en tercer grado de un hombre esposado e indefenso, que había sido detenido por tratar de pagar en un establecimiento con un billete falso.

El testimonio de las imágenes resulta irrefutable y muestra al agente acusado oprimiendo con su rodilla el cuello de la víctima, sin atender sus gritos de clemencia, hasta provocarle la muerte, mientras otros dos agentes, también de rodillas lo inmovilizan y el cuarto contempla la escena sin inmutarse, más preocupado por ver si alguien lo graba.

Este tipo de sucesos se repiten con relativa frecuencia a lo largo y ancho de los EEUU y en la inmensa mayoría de los casos tienen como víctima a un negro, algo que rápidamente hace saltar la chispa que enciende la indignación, la rabia y lo que es peor, la furia, de todo el colectivo afroamericano, que supone casi un 16% del total de la población del país.

Queda lejano en la historia el momento en el que la Ley de Derechos Civiles de 2 de julio de 1964, en su título VII, prohibía cualquier tipo de discriminación por razones de raza, color, religión, origen o sexo.

Y aunque lo cierto es que los ciudadanos de raza negra han ido conquistando a lo largo de los años puestos importantes en todos los ámbitos de la vida privada y pública americana (Barack Obama ostentando la presidencia del país más importante del mundo desde 2009 a 2017 supone su mayor logro), nunca se han liberado del todo del estigma que sin motivos que lo justifiquen, los sigue señalando ante una minoría racista, como una raza inferior.

Y como en ocasiones anteriores, la población negra, sacudida ahora también con mayor virulencia por la pandemia del coronavirus que sacude el país, no ha contenido la indignación por tan incomprensible muerte y la furia desatada ha desembocado en un reguero de pólvora extendiéndose por gran parte del país.

Las protestas contra la brutalidad policial han originado graves incidentes, saqueos y concentraciones violentas, que han tenido como colofón el cerco a la Casa Blanca, donde Donald Trump, que a veces se convierte en lo más parecido a un pirómano ante un incendio, tuvo que refugiarse durante una hora en el búnker del sótano de la Casa Blanca.

Cuando Dios creó al hombre, a su imagen y semejanza, estaba lejos de imaginar que las tonalidades del color de la piel supondrían tantos días de dolor para quienes, siendo iguales, la tienen más morena.