Y seguir haciendo de tripas corazón

Desde que lo encumbró una moción de censura basada en la corrupción del PP (obviando la de su propio partido, que sin lugar a dudas es la más abultada en cifras de la historia de España) no se ha detenido ante nada.

El “doctor” instaló su colchón en el Palacio de La Moncloa y sólo las urnas podrán invitarlo a la mudanza, para instalarlo en los “cuarteles de invierno” de la Internacional Socialista, donde sin ninguna duda podrá lucir su belleza natural en escenarios más cosmopolitas.

Ya nadie duda que su victoria en las urnas de las últimas elecciones generales no se habría producido si durante la campaña hubiera relatado sus verdaderas intenciones y no se hubiera dedicado a pregonar a los cuatro vientos todo lo que no haría y todas las líneas rojas que prometía no cruzar.

Pero en la democracia española, la aritmética parlamentaria resuelve con toda su crudeza que 176 diputados, sean cuales sean los colores, los planteamientos y los programas electorales son una mayoría absoluta.

A muchos nos puede hacer pensar que es un impresentable quien para conseguirla, hace justo lo contrario de lo que prometió reiteradamente y con gran solemnidad no hacer, cuando en beneficio propio y en asuntos de gran trascendencia acaba haciéndolo.

Sorprendentemente, para algunos, sus cambios de dirección, aunque en determinados asuntos sean de 180 grados, están “justificados” y no escatiman esfuerzos en tratar de hacer ver al resto que son por el “interés general”, aunque sea evidente que sólo benefician a quien los protagoniza, a un sector o puntualmente a los “amiguetes” que interesadamente le “venden” su apoyo.

Pese a la escenificación casi “amorosa”, con abrazo incluido, del 12 de noviembre de 2019, en el Congreso de los Diputados, entre el líder del PSOE y el padre de los hijos de la que sería promotora de la Ley del “sólo sí es sí”, la formación del primer gobierno de coalición de nuestra etapa democrática, con el alumbramiento de una extensísima “prole” de ministerios, nunca ha sido un matrimonio bien avenido, sino claramente uno de conveniencia.

El experimento social comunista no era una fórmula perfecta y a lo largo de estos tres años se ha ido haciendo cada vez más patente, cuando las distintas formas de ver las prioridades, han sacado a la luz sus diferencias incluso en asuntos que previamente habían acordado.

Es posible que en el futuro, algún libro de historia dedique una línea para recordar a las generaciones venideras quién tuvo el “valor” de desenterrar a un dictador fallecido casi 44 años antes, pero lo que sí es seguro es que, desbordadas las hemerotecas, habrá material suficiente como para más de un tomo en el que detallar sus mentiras, sus contradicciones y especialmente la traición a la mayoría de los españoles, con el único objetivo de mantenerse a flote y posibilitar que una minoría vuelva a levantarse cuando quiera contra lo que establece la Constitución y a lo sumo se lleve una colleja.

De poco sirve que algunos dirigentes autonómicos del principal partido del Gobierno muestren públicamente su rechazo a la derogación de la sedición y rectifiquen a los 15 minutos o se incomoden ante los efectos “liberadores” de una ley defectuosa que pretendiendo castigar más severamente provoca reducciones de condena y puestas en libertad, pero no exijan cambios.

De nada sirve que algunos dirigentes del socialismo pidan que la parte socialista del Gobierno de señales contundentes de que no está condicionada por las presiones de la parte comunista, si en el momento de la verdad, se achantan para seguir figurando en las listas y doblan el lomo ante el líder.

Las urnas serán quienes decidan en su momento, hasta entonces, vayan tomando buena nota de todas las decisiones de quien está condicionado por las exigencias de separatistas y “filoetarras”, continuará haciéndoles concesiones y va a seguir haciendo de tripas corazón.