EL HURACÁN AYUSO

De aquellos polvos vienen estos lodos. Quién iba a pensar que la chapuza pergeñada en Murcia iba a traer el terremoto político que vivimos la noche del martes. La rápida reacción de Ayuso, anticipándose a las intenciones de Ciudadanos de desalojarla del poder con una moción de censura y la respuesta que su movimiento ha tenido en las urnas, ha hecho temblar los cimientos de Moncloa. El resultado del adelanto electoral en la Comunidad de Madrid ha aupado a Isabel Díaz Ayuso, que ha visto reforzado su poder al frente de la Puerta del Sol con una amplia mayoría, a costa del debilitamiento del bloque de la izquierda, arrastrado por el hundimiento del PSOE. Ayuso, cuya aspiración era poder gobernar con una amplia mayoría, ha logrado su objetivo y culminará los dos años que restan de legislatura sin su incómodo socio naranja, que ha sido borrado del mapa político de la región. A Ciudadanos no le ha podido salir más cara la arriesgada pirueta.

Díaz Ayuso ha revalidado la presidencia con 65 escaños, 35 más que cuando saltó al ruedo político en 2019 como una gran desconocida de la mano de Pablo Casado. En dos años ha pasado de ser la arriesgada apuesta de Casado a erigirse en el referente del PP para derrotar al sanchismo. Con un Vox que ha conseguido mantener los muebles sumando un escaño más de los que tenía, podrá gobernar cómodamente con el apoyo de los verdes sin necesidad de formalizar un gobierno de coalición, pues tiene garantizada la investidura en segunda votación, haciendo válida su mayoría simple. Aun así, necesitará contar con la formación de Abascal para sacar adelante sus presupuestos con la prometida rebaja fiscal.

Los resultados obtenidos por Ayuso también le sirven para marcar distancias con los partidos de la izquierda, que han visto mermada su representación con una pérdida de apoyos de seis escaños. Nunca antes el PSOE había obtenido un resultado más decepcionante. Ayuso se enfrentaba con un candidato dirigido como una marioneta desde Moncloa, al que hicieron cambiar el discurso en varias ocasiones durante la campaña según se iba constatando el fracaso de sus mensajes.

Ayuso ha roto algunos de los clichés de clase de la izquierda, pues ha ganado en todos los distritos de la capital, los más ricos y los menos favorecidos, y en 176 de los 179 municipios de la región, incluidos los del llamado cinturón rojo, que ha pasado a teñirse de azul. Madrid ha vuelto a ser esa barrera infranqueable contra la que la izquierda viene estrellándose elección tras elección desde que en 1995 Gallardón inició la racha de gobiernos ininterrumpidos del PP. En este último combate, el PSOE ha sido noqueado al perder por primera vez su posición hegemónica en la izquierda al superarle Mas Madrid en número de votos, aunque igualados a escaños. 

Ayuso, que se jactó de haber sacado a Pablo Iglesias de la vicepresidencia del Gobierno, también se ha anotado el tanto de sacarle de la política, sin que su fugaz paso por Madrid haya servido ni para movilizar al electorado de izquierda ante el supuesto avance del fascismo, ni para liderar un frente común de izquierdas, ni tampoco para evitar que Podemos siga siendo la última fuerza de la Asamblea de Madrid, por detrás incluso de Vox. 

La presidenta regional también ha rentabilizado su arriesgada jugada al ver reforzado su papel como líder regional del PP y erigirse en un fenómeno político referente de la derecha. El resultado obtenido da alas también al Partido Popular y al propio Pablo Casado para consolidar sus opciones nacionales como alternativa al sanchismo.

Es pronto aún para saber qué efecto a nivel nacional puede tener lo ocurrido en Madrid, pues no sólo hay que considerar la gran conexión que ha alcanzado Ayuso con el votante propio y ajeno. Gran parte del resultado en la Comunidad se debe a su propio carisma y la gestión que ha hecho de la pandemia, pero también el rechazo que suscita la dialéctica frentista y las políticas intervencionistas han hecho reaccionar al votante más moderado. Es un aviso a navegantes de la respuesta que puede dar un pueblo cuando abre los ojos y despierta del letargo. Madrid ha dado una lección de la que Pedro Sánchez ha de tomar buena nota.