El macho alfa viene al rescate de Madrid

El terremoto político desatado tras el fiasco de la moción de censura fallida pergeñada por el POE desde Moncloa con Ciudadanos nos ha traído un inesperado anticipo electoral que nos va a tener entretenidos de aquí al 4 de mayo con los nuevos actores que han irrumpido en la escena madrileña. Isabel Díaz Ayuso va a tener de nuevo enfrente a Ángel Gabilondo, a quien el PSOE ha tenido que recurrir de urgencia después de que la disolución de la Asamblea les haya pillado literalmente en bragas, desbaratando así los planes que le situaban al frente de la Oficina del Defensor del Pueblo. Por Ciudadanos, Edmundo Bal será el encargado de recoger los platos rotos de la estrepitosa estrategia de Inés Arrimadas que ha acabado con el poco crédito político que les quedaba a los naranjas y que ha difuminado de un plumazo la necesaria existencia de un partido de centro en la escena política. Bal se juega la supervivencia del partido, al que todas las encuestas sitúan por debajo del umbral del 5% de votos necesario para poder obtener representación parlamentaria. Por el camino se ha quedado el ex vicepresidente Ignacio Aguado, que ha salido por la puerta de atrás con la misma indiferencia que ha dejado su paso por el Gobierno de Ayuso. Las otras dos candidatas, Rocío Monasterio por Vox y Mónica García por Más Madrid, representan los extremos a derecha e izquierda de un tablero que, por mucho que les pese al resto de candidatos, va a estar polarizado por Díaz Ayuso y Pablo Iglesias. La irrupción del macho alfa ha dado alas a la presidenta y ha disparado su proyección en las encuestas hasta situarla al borde de la mayoría absoluta.

El líder de Podemos ha desembarcado en Madrid para intentar salvar a su partido de la debacle en la región, donde antes de su irrupción corría serio peligro de desaparecer. En las elecciones de 2019 apenas consiguió 7 escaños y no fue capaz de sumar mayoría con el PSOE y los diputados de Más Madrid. En un movimiento a la desesperada, ha abandonado la Vicepresidencia de Derechos Sociales, donde se gestión, más allá de enfangar la política y de intrigar a favor del separatismo y contra la Monarquía, ha sido irrelevante. Sabe Iglesias que su paso por el Gobierno estaba amortizado en el momento que Sánchez negoció, a espaldas suyas, el acuerdo con Arrimadas. Queda por ver si, como ha prometido, renunciará a su escaño en el congreso al inicio de la campaña electoral o se lo reserva por si los resultados no le son favorables, en cuyo caso, renunciaría a tomar posesión del acta de diputado autonómico. Porque nadie se crea que Iglesias viene a Madrid por otros motivos que sus intereses personales. De momento su intentona de ocupar la candidatura común de la izquierda se ha saldado con una sonora bofetada de Iñigo Errejón, y la humillación de que Mónica García le señale como un machista que pretendía pasar por encima de ella por su cara bonita. 

El movimiento a la desesperada de Iglesias para recuperar la presencia en Madrid ciertamente es un revulsivo para Podemos, pero también tiene el efecto de movilizar el voto del electorado de derechas e Isabel Díaz Ayuso lo ha aprovechado para situar el voto en la tesitura de elegir entre comunismo o libertad. Es innegable que el debate se va a tensar hasta el extremo, pero la realidad es que eso es lo que se vota.   

Ayuso ha bajado los impuestos y ha demostrado que las políticas fiscales bajas inciden en el mayor crecimiento económico y en la creación de empleo. Su compromiso es bajar medio punto el IRPF en todos los tramos durante esta legislatura, lo que beneficiaría a todos los madrileños, independientemente de su renta. La presidenta regional ha gestionado el coronavirus plantando cara al Gobierno, que ha tratado de estrangular a Madrid. Ha apoyado a los sectores más afectados como la hostelería y el comercio, ayudándoles a sobrevivir en la pandemia. Su modelo de gestión aporta prosperidad a la región. Frente a esto, lo que puede aportar Iglesias es más intervencionismo, más impuestos, más subvenciones y menos libertad. Ya hemos visto en Barcelona el fracaso de la regulación del mercado de alquiler que quiere implantar a nivel nacional. Por no hablar de su conocida simpatía por la ocupación ilegal de viviendas. 

Con estos mimbres, no es de extrañar que el efecto iglesias revierta en votos para Díaz Ayuso. Es mucho lo que se juega Madrid en estas elecciones y los votantes deben ser conscientes de ello. Yo, como madrileño, no quiero que me gobiernen los amigos de ETA, los que quieren romper España y los que me quieren freír a impuestos. No quiero que la Comunidad de Madrid se convierta en una Venezuela. 

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La irrupción del macho alfa ha dado alas a la presidenta y ha disparado su proyección en las encuestas hasta situarla al borde de la mayoría absoluta.