DESENCANTO

El recuento de votos del domingo 25 deparó algunas sorpresas en el reparto final de los 54 eurodiputados que representarán a España en el Parlamento de Estrasburgo.

Era de esperar una importante pérdida de votos del partido del gobierno, al que un buen número de ciudadanos achacan todos sus males, independientemente de que en el último tramo de la campaña se presentara a Miguel Cañete como un machista empedernido por el hecho de no haber querido «abusar» intelectualmente de la candidata socialista durante el debate de TV. Han perdido 8 escaños.

Cabía un ligero descenso del principal partido de la oposición, no sólo por la elección de su número uno, Elena Valenciano, sino por el empeño del incombustible Alfredo Pérez Rubalcaba en mantenerse indefinidamente al frente del partido. Han perdido 9.

El varapalo para ambos ha sido memorable y doloroso, por la evidente pérdida de poder que les supone.

Las encuestas aventuraban un incremento espectacular de votos para Izquierda Unida y para UPyD; es uno de los pocos aciertos que han tenido, aún cuando su crecimiento no haya resultado tan importante como se vaticinaba.

Parecía excesiva a todas luces la oferta de 39 opciones de voto, algunas de ellas testimoniales, otras pintorescas, algunas fruto del desencuentro con los partidos a los que habían venido perteneciendo durante años y también algunas oportunistas a la caza del votante desencantado, indignado, frustrado, furioso…

Los partidos, especialmente los que ejercen o han tenido la posibilidad de ejercer el poder, defraudan a los ciudadanos infinitamente más que quienes hacen promesas y luego no se ven ante la «posibilidad» de tener que cumplirlas.

El desencanto de los ciudadanos al ver que la mejoría de la situación económica y laboral de su entorno, de su familia, sus amigos, sus vecinos, su barrio, no se hace realidad, por más que suba el IBEX, mejore el PIB o se cansen de repetirnos que estamos en el buen camino y que lo peor ya ha pasado, ha obrado el milagro convirtiendo a Podemos en la voz de muchas de las frustraciones ciudadanas.

Su éxito ha sorprendido a propios y extraños, pero especialmente a los dos grandes partidos, que ante la evidencia de que peligra su histórica «alternancia», deben bajarse de la nube y acercarse a los problemas reales y diarios de la gente. Son mayoría aún los que quieren oirles decir, «Nosotros también podemos».

Julián Javier Montuenga Bartolomé