Bendito fútbol

El día que conocí Milán llovía como en Londres. De la lluvia de Londres decía Camba que a los españoles nos afectaba porque no éramos nada impermeables. En Milán llovía tanto que ni esquivamos esos chorros que vienen de los canalones rotos, que son muchos, y todo tenía una sensación de «Bailando sobre la lluvia»; con unas cuantas Moretti y camisetas rojiblancas y cosas de esas de las que dan felicidad.

Milán volverá ser la capital del mundo el próximo sábado en una final de Champions que los grandes gurús del fútbol vaticinaron en el año 2014 como única en la historia. La palabra historia va intrínsecamente ligada al fútbol cuando el que habla de ello es un periodista deportivo que ha leído poco. O sea, un periodista deportivo.

Madrid ha pasado durante los últimos días de ser una ciudad a ser una gran agencia de viajes y de compraventa de entradas fraudulentas. Uno casi se alegra de no ir, de ni siuiera preocuparse por ir mientras ve a la gente andar tan deprisa como cuando en el Bershka te ponen la música a todo trapo y no sabes si llevarte un trapo o pedir una copa. De los balcones de los edificios públicos hace días que cuelgan los escudos del Real Madrid y del Atlético de Madrid, del Atlético de Madrid y del Real Madrid lo que nos da por seguro que la aversión a los palcos que tenía la nueva política quizá no lo sea tanto y estamos deseando ver el palco de San Siro con su gente de corbata y puro para pasar lista como en un photocall con tintes tabernarios.

La verdad que a uno acaba por tranquilizarle el pensar en otra cosa, en abstraerse y leer o quedar con los amigos no futboleros. Evidentemente de este plan forma parte no ver la televisión en horario deportivo, poner la radio más baja y no comprar ninguno de los periódicos favoritos de Mariano Rajoy.

Sin embargo el fútbol pasa por ser algo más inevitable que la invasiva publicidad de Coca-Cola. Madrid ha pasado de oler a ajo a oler a fútbol y creánme que nos encanta. Hace tiempo que todo son buenas palabras para con el rival, respeto y modestia porque «una final es una final». Lo cierto es que cuando los amigos que son hinchas del equipo rival, todos planeamos por lo bajini la celebración de nuestro equipo campeón.

También lo hemos habalado un poco más alto con nuestros amigos más íntimos hasta que hay alguno que hace una llamada a la prudencia cuando decimos el sitio de Neptuno o Cibeles en el que nos ubicaremos. Los más valientes hemos hecho públicas nuestras apuestas y ya sé de más de uno que se va a tatuar, a hacer el Camino de Santiago o a acudir a clase de spining de 18 mujeres con un tutú.

Pero los hinchas del fútbol guardamos también buena parte del rito introspectivo que es común en silencio como el mejor de nuestros secretos. A veces lo exteriorizamos con cosas invisibles a los ojos de los demás como una camiseta de la suerte, un pequeño colgante, un «vamos a tomar una cerveza a ese sitio» que está muy bien y es nuestro sitio-amuleto.

Las conversaciones con nosotros mismos cuando estamos comiendo solos estas semanas son terribles y nos contradecimos constantemente. Nuestro cerebro se vuelve un cd de Pimpinela en bucle. Sabemos los jugadores que sacarán al campo Simeone o Zidane pero siempre pensamos en que quizá ese día les entre la locura y dejen en el banquillo -¡o fuera de la convocatoria!- a ese jugador que tanto daño hace siempre a nuestro equipo.

Dormir se duerme mal pero cuando se duerme se sueña y cuando uno se despierta sigue soñando y recuerda aquello de Shakespeare de que estamos hechos de la misma materia que los sueños. Antes de dormir solemos pensar si queremos despertar mañana y que sea ya sábado o si por el contrario no nos importa tanto y vivir el momento con paciencia.

Cuando llega el día del partido y uno va a comer, se encuentra con la misma sensación que tengo ahora mismo: un nudo en el estómago que impide comer como un balón gástrico. De Adidas. Hay quien nos llama locos, irracionales y se pregunta qué tiene que ver el fútbol con la vida. «No sé si saben algo de fútbol, pero no tienen entonces ni idea de la vida».

El fútbol sirve para comprender la vida y las finales de fútbol para comprender que en la vida no hay empates. Hay vencedores y vencidos. Gol a gol. Día a día. Partido a partido. Bendito fútbol.

Darío Novo