España, un adiós por todo lo bajo

 

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España 0-2 Chile

Lo que comienza como pensamos, con los himnos, termina con una marcha funébre, inesperada, dolorosa e hiriente. Es una idea extrapolable que llevó a España a terminar de una manera que nunca pensamos: cayendo en 180 minutos ante Holanda y Chile, diciendo adiós por todo lo bajo.

Todo pareció accidental. Por un momento nos pasó por la cabeza todo el recorrido de la selección con los «¡A mí, Sabino, que los arrollo!», el gol de Zarra, la Eurocopa del 64, Kiko marcando en Barcelona, Torres en Viena, Iniesta en Johannesburgo, el paseo ante Italia. Y como en los peores accidentes la luz al final del tunel sirvió para aclararnos a base de un destello de realidad: España volvió a las peores premisas de años ha, siendo la favorita sin pasar siquiera la fase de grupos.

Esta selección que ha caído, para lograrlo ha tenido que romper récords. El primero de ellos los goles recibidos y marcados en 180 minutos. Un sólo gol a favor y de penalti y 7 goles en contra. También se hablaba en las llamadas a la épica y el mantenimiento de la estadística porque nunca se habían perdido dos partidos seguidos con Del Bosque en el banquillo. Nunca hasta ayer.

Y eso que al salir al campo y para salvar los impedimentos que a veces nos pone la cabeza, pudimos creernos que todas esas camisetas rojas eran nuestras. Era ‘La roja’ contra ‘La roja’ lo que nunca pensamos es que ‘La roja’ -la camiseta, la nuestra- nos pesara más que nunca.

El primer aviso llegó apenas un silbido del árbitro se coló en nuestros oídos. Vidal se colaba entre Javi Martínez y una marabunta de piernas españolas que pasaban por allí sin orden ni concierto. Todo terminaría en córner un remate de cabeza y una larga inspiración que sería una constante hasta el final del partido.

Tan poco acostumbrados a los balones altos («El balón está hecho de cuero, el cuero viene de la vaca, la vaca come pasto, así que hay que echar el balón al pasto») la selección tardó 10 minutos en optar por ello. Lo hicieron a través de faltas botadas por Xabi Alonso buscando un segundo palo que nunca llegó. También lo intentó Azpilicueta, pero no era el día.

En una de estas, Xabi Alonso cedió el balón a Ramos que estaba mal posicionado. El balón fue recuperado por parte chilena y Araguiz corrió rápido con él por la banda de Jordi Alba que había pedido el día y el Mundial como moscoso. Su centro contactó con Vargas, que recortó a Casillas y la puntera hizo el resto. El 1-0 asomaba al marcador, las sombras también.

Solo Iniesta salió al rescate. Pese a la insistencia del de Fuentealbilla, se hacía difícil la creación con pérdidas letales o casi de Alonso y un Busquets descolocado. En el 43 una falta en la frontal del área española fue botada durísima con rosca por Alexis. Casillas despejó de puños y Araguiz controló despacio, como pasan los accidentes. El tiempo se paró para los defensas españoles y , como coches que compiten con cilindradas distintas, Araguiz pensó y ejecutó la sentencia con un disparo con el exterior que batió a Casillas.

Quedaban 45 minutos y un viaje muy largo de vuelta. Tras el descanso salió Koke e insufló un aire a Españacomo una bebida energética tras un día duro. Fueron los mejores minutos de España que nos hizo confiar ellos, en el ímpetu, en otro gol de Alfonso.

El reloj hizo lo demás. Los minutos pasaban y el gol no llegaba. En ese momento los de Del Bosque bajaron los brazos y los chilenos lo aprocveharon. Las contras llegaban cmo puñales. Javi Martínez no cosiguió posicionarse y Alexis le ganó la batalla en lo que sería un preliminar del falló a puerta vacía de Isla para hacer el tercero.

Entonces nadie creyó en la remontada, ni siquiera ellos mismos. El partido murió con España y nosotros un poco también. Sergio Ramos dejó una tarjeta de visita a Vargas de las que no gustan a unos y a otros. El árbitro añadió seis minutos de castigo que sonaron a copiar en la pizarra.

Llegó la reflexión y todo lo que se ha hecho mal. La necesidad de modificaciones o el cambio de ciclo. También los recuerdos del principio que son eternos como la estrella bordada en el pecho que nadie nos quita ya y que también fue suya. Entonces el árbitro pitó el final y nosotros les dimos las gracias a todos, por tanto.