Contemplando el mar

No, no es una segunda ola, es simplemente el constante ir y venir de un oleaje que desde finales de febrero está sacudiendo la frágil “orilla” de nuestra salud.

Por momentos pequeñas olas bajo la apariencia de una ligera “colleja” y otras olas enormes de una inusitada virulencia, que oficialmente a día de hoy han contagiado a 405,436 personas y se han llevado por delante, según las últimas cifras oficiales, 28.872 vidas (45.000 en un recuento ajustado a la realidad).

Desde el 21 de junio, fecha en la que concluyó el estado de alarma, se han registrado 160.000 nuevos contagios y más de 500 personas han perdido la vida en un doloroso “goteo” constante.

Los expertos, los que han dado la cara en los medios, no los del famoso “comité” que nos hicieron creer que asesoraba a las autoridades para las decisiones en los cambios de fases y resultó ser un bulo, pronosticaban una segunda “ola” para otoño/invierno.

Volvimos a las calles, con la lógica desconfianza que habitualmente nos merecen muchas de las decisiones políticas, para reanudar numerosas actividades económicas, por aquello de que la malherida economía nacional no acabara de hundirse por completo.

Lamentablemente esto no supuso la aparición de “brotes verdes”, sino que más bien provocó nuevos rebrotes del contagio.

Tratando de recuperar un pequeño porcentaje de normalidad, comenzamos a movernos sin algunas de las limitaciones anteriores; inconsciente y equivocadamente llegamos a pensar que lo peor de la pandemia ya había pasado y pretendimos recuperar el tiempo perdido, vacaciones, visitas a nuestros mayores en residencias, reuniones familiares, fiestas con amigos…

La irresponsabilidad de algunos facilitó la propagación del virus y un alarmante  aumento de contagios.

Para algunos, el uso de las mascarillas, la utilización de gel hidroalcoholico y el respeto prudencial de la distancia social parecía ser más que suficiente para mantener a raya a un virus que, aún a falta de medicamentos específicos, nos hicieron creer que estaba “controlado” y ha quedado demostrado que no era cierto.

Con el final del estado de alarma, Sanidad cedió el mando a las autonomías para que fueran ellas las que gestionaran la “desescalada”, lo que en la práctica supuso 17 maneras distintas de afrontar un problema común, con resultados dispares a juzgar por las inquietantes cifras que a día de hoy presentan las distintas comunidades.

El propio director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, ha manifestado sus dudas sobre si verdaderamente sufrimos una segunda “ola” a pesar de las evidencias y al hecho de que España se ha convertido en el peor país de Europa ante el COVID-19.

Es urgente que el gobierno, con el consenso de todas las comunidades, recupere el mando único, coja al toro por los cuernos, tome las decisiones que tenga que tomar y haga todo lo necesario para preservar la salud de todos.

Mientras tanto corremos el riesgo de que la más grande de las olas nos sorprenda, confiados, contemplando el mar.