Jóvenes ante el futuro

Se desarrollan en estos primeros días de junio, en las distintas comunidades autónomas, los exámenes de la antigua selectividad, llamados ahora pruebas de la EBAU (Evaluación del Bachillerato para el Acceso a la Universidad), en las que participan unos 200.000 jóvenes.

Todos saben que obtener una buena nota no es cuestión de suerte, aunque a más de uno le pueda sonreír la fortuna y “caerle” justo aquello que tiene más “fresco” en la memoria; es recomendable acudir a la prueba con la mejor preparación posible, pero lamentablemente no es posible hacerlo “todo” ahora.

De poco sirve esperar milagros si durante los años anteriores y muy especialmente durante los cursos del Bachillerato, se dedicó más tiempo e interés al divertimento que a los libros; no se pueden sacar grandes cosas de un “saco” en el que la falta de esfuerzo y dedicación provocaron que llegase al final de etapa medio vacío.

Cuando éramos niños, quien más quien menos, imaginamos lo que nos gustaría ser en el futuro, por más que entonces quedara aún muy lejos, pero no es necesario recordar a nadie que una buena parte de los hombres y mujeres que hoy desarrollan un trabajo, no hacen el que les habría gustado desempeñar.

Los adolescentes se van haciendo mayores dando forma a aquello que entonces les resultaba más atractivo… “seré médico, periodista, abogada, economista, físico,  matemática, odontólogo”…, pero llegados al momento de la prueba definitiva, el resultado puede devolver a muchos a una imaginaria casilla de salida, en la que la nota obtenida marcará sus opciones de acceso a una carrera u otras en las universidades públicas de España.

Posteriormente la vida vendrá a demostrar que un “fracaso” en la EBAU no es el final sino que podría ser el comienzo de un futuro brillante en cualquier otra profesión, sea o no universitaria.

En un país que viene destacando por el mayor porcentaje de paro juvenil en Europa, se hace imprescindible llamar a las puertas del empleo en las mejores condiciones posibles, con la mejor preparación y decididos a hacer realidad no sólo las expectativas personales sino las de quienes tendrán que abonar los sueldos que permitan abrirse paso a los jóvenes para afrontar el futuro sin penalidades.

No lograr una meta intermedia, siendo importante, no significa descartar el éxito en una carrera de fondo y siendo un objetivo razonable hacer cualquiera de las carreras universitarias existentes, optar por otras profesiones, con mayores posibilidades de empleo, puede resultar más gratificante.

Y en cualquier caso, que nadie desespere fruto de la frustración momentánea de una nota baja en la EBAU; que todos esos jóvenes sepan que se puede tener éxito en la vida, en los negocios y hasta conseguir un asiento en el Consejo de Ministros sin haber obtenido ninguna titulación universitaria.