No nos engañemos

Si en estos momentos hay algo claro es que el decreto ley de ahorro energético ha conseguido que otros asuntos importantes pasen a un segundo plano o simplemente desaparezcan de la actualidad.

El gobierno se ha marchado de vacaciones porque, como dijo el secretario general de UGT, “vamos a disfrutar del verano porque es nuestro, porque nos lo hemos ganado”.

Curiosamente se han ido tras conocerse que el mes pasado ha sido el peor mes de julio para el empleo desde el 2008, año en que nos gobernaba Zapatero; pero se ha reducido la cifra general, en parte por considerar ahora “fijos discontinuos” a quienes antes eran “parados intermitentes”.

La pandemia sigue su curso añadiendo un buen número de muertes a la larga lista oficial que ya supera los 111.000 fallecidos; pero da la sensación de que la hemos superado, que toca salir, divertirse, consumir y hacer ver que esta “nueva normalidad” es ya la normalidad de siempre.

Continúa la guerra de Putin, que después de 165 días continúa empeñado en masacrar al pueblo ucraniano, al que ha causado ya un número difícil de cuantificar de muertos de todas las edades.

Ha destruido infraestructuras y dañado muy seriamente o incluso borrado del mapa, hospitales, guarderías, centros comerciales, viviendas, fábricas… y ha arrasado campos de cultivo pintando en el horizonte un muy probable paisaje de hambruna para todos aquellos países que dependen de las cosechas del granero de Europa y de la solidaridad de otros estados.

Pero también nos hemos acostumbrado a la guerra y ya ni siquiera abre los telediarios, ni parece conmovernos como lo hacía en aquellos días de febrero; parece que sólo preocupa el corte del gas a Europa.

El Euribor, referencia mayoritaria de los préstamos hipotecarios, sigue su escalada y pronto será la causa de que muchas familias no puedan hacer frente al pago de las cuotas; pero ¡ya vendrá el otoño!, ahora tocan vacaciones.

El IPC ha de julio ha rondando un inquietante 11%, hasta quedar en “sólo” un 10,80%, por el fuerte impacto de la subida del transporte y los alimentos que hacen cada día mucho más costoso alimentar a la familia y moverse; a pesar de que el precio de los carburantes, causa primordial de muchos de nuestros males, nos ha dado un ligero respiro en los últimos días.

Tras el mes de julio más seco de las dos últimas décadas, tenemos las reservas de agua en las peores cifras del siglo con apenas un 40% de la capacidad de nuestros embalses y aunque la mayoría seguimos viendo que nuestros grifos fluyen con normalidad, son ya muchos los que sufren restricciones y son abastecidos con cisternas.

Siguen los incendios por toda la geografía abrasando los bosques y cuanto encuentran a su paso y dibujando un paisaje desolador de difícil recuperación.

Hay ratificación de condena a los responsables políticos del enorme fraude de los ERE y mientras, como un mantra se esfuerzan en elogiar la honorabilidad de algunos de ellos, se echa en falta que les recuerden que los 680 millones repartidos deberían ser restituidos.

Y ante toda esta avalancha de calamidades, parece que sólo sea noticia el rechazo de la presidenta Ayuso, aunque hoy mismo otros presidentes autonómicos hayan mostrado sus objeciones, a aplicar algunas medidas incluidas en el decreto de ahorro energético y  negarse a que Madrid “se apague”.

No podemos hacer el avestruz ante una crisis energética que se irá agravando, pero el hecho de que Sánchez cuente con el récord histórico de asesores no debería impedir que negocie sus medidas con las comunidades.

Hoy mismo, ha vuelto a repetir que “en España la ley se cumple”; pero no nos engañemos, no siempre, en ciertos asuntos y especialmente en los que afectan a quienes “apuntalan” su colchón en Moncloa, pese a las resoluciones judiciales, es mucho más conciliador y… tolerante.