Una simple cuestión de responsabilidad

Ahora, cuando bomberos, guardias civiles, policías, miembros de protección civil, mineros, técnicos, obreros y demás miembros del gigantesco operativo profesional y humano sin precedentes, montado para la recuperación del cuerpo de Julen, han vuelto a su rutina profesional diaria.

Cuando los vecinos de Totalán tratan de recuperar su vida habitual, tras haber demostrado al mundo una generosidad sin límites.

Cuando los padres del pequeño se disponen a sobreponerse y tratar de vivir su ausencia irreparable con la mayor serenidad y resignación posibles.

Cuando se apagan los últimos rescoldos de esa solidaridad de todos que ha asombrado al mundo entero.

Cuando ya el niño, Julen, el “hijo de todos”, ha recibido sepultura y es uno más entre los ángeles…

Llega el momento de que reflexionemos todos, sin excepciones, sobre las circunstancias que han conducido a tan doloroso desenlace.

Corresponde al entorno más cercano velar por la salud e integridad de los miembros más pequeños e indefensos, en primer lugar de la familia, pero también de todos los adultos en general;  las inquietudes de los niños no tienen límites y desde la edad más temprana su curiosidad y su afán de aventura constituyen en sí mismos un constante peligro potencial.

Si la vida diaria habitual ya es para todos una jungla de riesgos imprevistos con consecuencias leves, graves y en el peor de los casos irreparables, para los niños es inversamente proporcional a su inconsciencia.

De la misma manera que no sería comprensible dejar que unos niños puedan jugar en la cocina al lado de una olla de agua hirviendo, hacer equilibrios en lo alto de un acantilado o bañarse en un río habitado por caimanes, no parece razonable dejar que puedan corretear libremente a escasos metros de un pozo de más de cien metros de profundidad, cuya existencia conocen precisamente sus propios familiares.

Sea cual sea la resolución judicial que en su momento se derive de los hechos, construcción ilegal, falta de protecciones, omisión de responsabilidades o fatal accidente, nada ni nadie podrá devolver la vida a Julen.

Que al menos, el evitable, absurdo y trágico final del pequeño, que en su rescate despertó la solidaridad de cientos de voluntarios, puso en lo más alto la generosidad de las gentes de Totalán, dejó sin respiración a todo el país y atrajo la atención y la admiración del mundo entero, sirva para que desde hoy, cada cual cargue con la responsabilidad que le toca para evitar que se puedan producir otros sucesos similares.

La tragedia ha puesto sobre la mesa la existencia de miles y miles de pozos, bien totalmente ilegales o en situación irregular que por no estar sellados o cuando menos visiblemente señalizados, pueden ocasionar nuevas tragedias a lo largo y ancho de todos los pueblos y ciudades de nuestra geografía.

Que la pérdida de Julen sea una lección para todos cuantos han sembrado de miles de trampas mortales nuestros campos, caminos y senderos y obligue a las autoridades a evitar que cualquier pozo pueda quedar abandonado o fuera de control y a vigilar que sea cerrado o quede protegido por sus propietarios.

La fatalidad ha venido a demostrar, una vez más, que la jornada familiar más apacible puede acabar convirtiéndose en la más dolorosa de las tragedias;  que una simple cuestión de responsabilidad evite que la historia vuelva a repetirse.