Os voy a contar algo personal

Os voy a contar algo personal

Sí, efectivamente, lo haré. Hace escasos días, como todo los seres humanos, pasé por la experiencia radical de perder a mi padre. Por tanto, como cualquier hombre común, atravieso una nueva andadura por los polvorientos caminos que fluyen del momento más extremo asido a su mano, hasta hoy y sine die. Esta experiencia radical e inevitable en el devenir del loco mundo de dioses, hombres y capullos; me coloca, como dice una amiga mía, al otro lado de la línea. Perdonad pero desde entonces no dejo de pensar en estas cuestiones y las llevo a todos los ámbitos de mi consciencia. Permitidme citar la frase de un libro que me recomendó mi sabio amigo José M. Medina La fuerza del silencio: “la continuidad de la relación entre los muertos y los vivos existe únicamente en el silencio. La inseparabilidad del mundo de la vida de la muerte se hace realidad en el silencio y en una relación que transciende los cuerpos. Pese a la ausencia física del cuerpo, la relación con nuestros difuntos es indestructible, real y tangible, porque su cariño está grabado en nuestros corazones”. Por tanto, amigos todos, me  toca salir de la dictadura del ruido y buscar en esta etapa de madurez en la que habito, la libertad en el silencio; ese lugar en el que lucen las estrellas, se mece el mar en la oscuridad y la luna camina sobre las aguas mansas de junio. Y desde el silencio, busco mi libertad interior, asfixiada por los bastardos que hacen de la mentira un método revolucionario a través de los medios de comunicación y el BOE.

Ya soy libre, por tanto, os hablaré de mis anotaciones. Compartí mesa y mantel con amigos especiales por su grandeza e intensidad vital. Os hablo de ese tipo de personas que se hacen al sol, brillan en las noches entre teatros y garganta de duende, gozan del arte en cualquiera de sus expresiones. Sin dar nombres de comensales, os adelanto que se trata de una familia ganadera; el anfitrión de la familia ese día, era un gran amigo, artista, empresario y ganadero. En la mesa estaba un ex ministro casi de la familia, que forma parte de la corta lista de políticos que merecen la pena por su calidad humana e intelectual y, como no, un torero-ganadero. Le pregunté al torero cortando una conversación de sensaciones profundas sobre la faena de El Juli con el toro Licenciado de Alcurrecen que pasó a la historia ¿Por qué el torero se abandona a la muerte en milésimas de segundo frente al toro? No sin antes cuestionar, para ponerle una banderilla metafísica al Maestro; si en algún momento tuvo la sensación de que ante la embestida brutal y noble, el público desaparece y solo quedan Dios y él, la vida y la otra vida. Fue algo dura la pregunta, además estaba su joven e inteligente hija delante, pero me contestó como un torero de antaño: “Efectivamente. Todo se desvanece. El toro sabe lo que tiene que hacer, matarte. El problema eres tú, si en ese instante no sabes lo que tienes que hacer, viene la tragedia. Y si tienes instinto la grandeza”. Un poco la vida es así; un toro limpio que sabe lo que tiene que hacer y, el hombre con su fragilidad inmensa, asumiendo el riesgo del error debe tener instinto para obtener el triunfo. Me quedo con el consejo para aplicarlo a todos los ordenes de la vida pública y privada; la tauromaquia, tan denostada por quién no es capaz de entenderla, esconde los valores más profundos del hombre. Recomiendo silencio y luego levantar la voz con instinto y criterio, porque los políticos que tenemos por ayuntamientos, autonomías y gobierno no son la excelencia ni se juegan la cintura.  Ahora soy más libre, por tanto, partiendo del silencio, defenderé mis convicciones relacionándome con el indestructible cariño de mi padre.

 

Enrique Garza Grau

Dr. Humanidades y CCSS

Abogado