Éramos pocos y… llegó Ómicron

Pronto se cumplirán dos años desde que fuimos conscientes de que el extraño virus que había comenzado a infectar en China, había iniciado su expansión por todo el planeta con una gran capacidad de contagio y con los efectos mortíferos que a día de hoy todos conocemos.

Sorprendentemente, en China, donde “nació” la criatura, apenas contabilizan 100.000 contagios y 5.000 muertes, pero desde entonces y a causa de las distintas variantes, casi 270 millones de personas se han contagiado en todo el mundo y los muertos, según cifras oficiales que distan mucho de la realidad, (basta observar los datos de España) superan ya los 5,2 millones.

Algo equivalente a que todos los habitantes de Indonesia se hubieran contagiado y que todos los habitantes de San Petersburgo hubieran muerto.

Tantas muertes como en Las Cruzadas, que duraron casi dos siglos, como en la Guerra de los Treinta Años o en las Guerras Napoleónicas, que abarcaron 16 años de lucha.

La pandemia que afecta al mundo es como una guerra silenciosa que cada día se cobra nuevas bajas entre los habitantes del planeta y que en España supone un “goteo” diario de fallecimientos, a pesar de ser uno de los países con más alto porcentaje de vacunación.

Los laboratorios se lanzaron pronto a la búsqueda de una solución que contuviera el imparable río de muerte de la COVID-19 y en tiempo récord consiguieron crear numerosas vacunas que sin ser la pócima milagrosa que pueda acabar definitivamente con el problema, han evitado que las cifras de contagios y muertes fueran aún mayores.

Hemos pasado tiempos de encierro y aislamiento, de limitaciones, de prevención y con altibajos hemos conseguido mantener a cierta distancia al “monstruo”, pero seguimos lejos de poder decir que lo hemos derrotado.

Es un “consuelo” que el alfabeto griego sólo tenga 24 letras pero probablemente se agotarán todas bautizando a las nuevas variantes que se irán produciendo al menos hasta que todo el MUNDO esté vacunado.

La última en llegar, “Ómicron”, viene de Botsuana, en el sur de África y según quienes más saben de esto, llega, como sus predecesoras, con tanta furia y tan predispuesta a causar el mayor número de estragos.

La OMS la ha calificado como preocupante por su cantidad de mutaciones y los laboratorios se afanan en adaptar sus vacunas al nuevo “intruso”.

Por ahora ha provocado restricciones de viaje, cierres de fronteras, controles más exhaustivos en algunos países y enorme preocupación en todo el mundo.

Aunque nuestras autoridades sanitarias nos aseguran que no hoy por hoy no hay ningún caso de Ómicron en España, sabemos que están a las puertas; ya se han detectado contagios en al menos siete países europeos, entre ellos nuestro vecino Portugal, por lo que es sólo cuestión de días que también aquí surjan los primeros casos.

Ese virus quiere colarse en nuestro entorno, en nuestras vidas y sabe que lo logrará aunque hagamos todo lo posible por evitarlo, si no lo hacemos todos al tiempo; previsiblemente, con el mismo sigilo de una sombra, se sentará a nuestras mesas, en nuestras celebraciones navideñas.

Éramos pocos y llegó Ómicron; hagamos todo lo que esté en nuestras manos y animemos a quienes se resisten a vacunarse, para que su “éxito” sea el menor posible y podamos salir airosos de tan indeseable “visita”.